Un cantautor de moda con cierto aire trasgresor naif y despeinado, ante la pregunta del periodista local encargado de ‘cultura’ sobre si lo ‘bueno’ es lo que ‘le gusta a la gente’ o a ‘todo el mundo’, responde que si eso fuera cierto la ‘música clásica sería una mierda’ y las únicas canciones buenas serían las del verano… Creo que no descubro nada si digo que la cantidad y la calidad no siempre van de la mano. Aquí sí. En el nuevo disco de Albert Guinovart, intimista y poético, hay cantidad de miniaturas con una calidad excelente que hablan de un artista de rica vida interior que no se somete a la búsqueda de lo nuevo a costa de lo que sea, sino que recorre su camino expresando y generando emociones con un lenguaje, como diría Montsalvatge, pensado para gustar a quien lo escuche y a quien lo interprete. Así es. Como pianista, conseguí sus partituras y toqué todo el disco antes de escribir este breve comentario. La experiencia ha sido muy gratificante, hasta el punto de que pienso meter, para darme y compartir el placer, obras de Guinovart en mi repertorio. Con esto no digo ná y lo digo tó.
Refinado lenguaje, sensible, intimista e ingenioso… humorístico y hasta irónico, en la interpretación pianística del propio autor que, aunque uno pueda imaginar algo diferente incorporando sutilezas que sugiera el texto, supone un valor añadido a este disco Melómano de Oro que recomiendo para escuchar y hasta usarlo de ‘tono’ para despertarse, por ejemplo, con el primero de los Cinco poemas para piano que abre el disco. 34 pistas en 71 minutos, que incluyen pequeños homenajes a Montsalvatge, Chopin o Rajmáninov, con influencias, en lo que yo aprecio, de grandes miniaturistas, o no, como Mompou, Satie, Turina o Prokófiev, entre otros, que me han acompañado generosamente en largos paseos estivales y lo harán en momentos especiales que nos reserve el otoño, el invierno o la primavera.
Esta música, escrita desde el alma para el alma, sirve para arrullarnos en cualquier momento y lugar. Gracias, Albert Guinovart, por tal cantidad de calidad de fineza.
Por Antonio Soria
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