Jesús Rodolfo, viola
Ibs Classical IBS52019
Melómano de Oro
Tras debutar acompañado por la pianista Mariko Furukawa con una interpretación excepcional de las sonatas para viola y piano de Paul Hindemith (Skillman Music, 2017), el asturiano Jesús Rodolfo completa con este, su tercer trabajo discográfico, el ciclo de sonatas para viola del compositor alemán.
Las cuatro sonatas para viola sola están fechadas entre los años 1919 y 1937. A lo largo de este período, Hindemith, acaso el mejor representante del sector conservador de la música del siglo XX, experimenta el tránsito estilístico que le conduce desde un posromanticismo de corte brahmsiano sin inclinaciones nostálgicas hasta el neoclasicismo estético (neobarroquismo sería término igualmente válido); y esto evitando renunciar a un modo de contrapunto libre que le permitirá sortear con habilidad artesana la tonalidad sin por ello ser considerado como compositor atonal.
Parejo a la complejidad contrapuntística y al tratamiento sonoro que evoca la obra para violín solo de Bach, está el interés de Hindemith por el desarrollo formal. Esto es especialmente apreciable en el movimiento conclusivo de la Sonata opus. 11 núm. 5, un aristado Passacaglia pleno en disonancias y brillantes secciones rápidas que alternan con remansos líricos de timbre enigmático; en la Sonata opus 25 núm. 1, cuyos cinco movimientos presentan una estructura común de forma sonata tripartita; o en el monumental tiempo final, Tema con variaciones, de la Sonata opus 31 núm. 4: diez minutos de escritura intrincada que explotan al máximo las posibilidades tímbricas de la viola y constituyen un verdadero alarde de la maestría técnica y creativa alcanzadas por Hindemith.
De alarde es también obligado hablar al referirse a las interpretaciones de Jesús Rodolfo. Su conocimiento y dominio de las obras es absoluto; la capacidad para materializar la riqueza emocional de cada movimiento, extraordinaria. Sirvan como ejemplos de ejecución precisa los movimientos arriba señalados, a los que añadiría otros puntos señeros del registro, como los bruscos pasajes sobre dobles cuerdas del Scherzo de la opus 11; el Rasendes. Wild (Furioso. Salvaje) de la opus 25, áspero y a velocidad de vértigo; la inesperada rareza poliédrica de los pizzicati sobre hasta cuatro cuerdas en medio del Langsamer de la Sonata de 1937, con razón considerado uno de los lentos más bellos del ciclo.
Registro sonoro óptimo. Disco imprescindible.
Por Alejandro Santini Dupeyrón
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