
Título: Oppenheimer
Dirección: Christopher Nolan
Música: Ludwig Göransson
Oppenheimer: una explosión musical
Ganadora de siete Oscar, Oppenheimer ha conseguido ser una de las películas más aclamadas por la crítica. Su banda sonora recae sobre el sueco Ludwig Göransson (creador de otras bandas sonoras como The Mandalorian o Black Panther por la que ganó un Oscar en 2019), quien tuvo la difícil tarea de realizar una partitura que dejase huella. Göransson (que ya trabajó con Christopher Nolan en Tenet)ha hecho un trabajo magnífico y consiguió su segunda estatuilla.
Nolan dirige de forma magistral esta obra de tres horas de duración que no se hace pesada en la visualización gracias al empleo de planos cortos, flashbacks acertados y una banda sonora que no deja indiferente.
Sinopsis
En el mismo día en el que se publica la teoría de Oppenheimer (Cillian Murphy) sobre la muerte de las estrellas y las apariciones de agujeros negros, Hitler invade Polonia. La Segunda Guerra Mundial da comienzo y EE. UU. teme que Alemania tenga entre su arsenal una bomba capaz de destruir una nación entera. El ejército pone a Robert Oppenheimer al frente de una ofensiva nuclear encargada de crear la bomba definitiva, y da comienzo el Proyecto Manhattan.
Oppenheimer no deja de plantearse cuáles serán las consecuencias de su invención y su verdadero poder de destrucción. Se percata de que su vida va a quedar por siempre ligada al nacimiento de la bomba atómica y vivirá temiendo su propia creación. El daño que esta causa le hace cambiar y oponerse desde entonces al uso de armas nucleares.
La banda sonora de Oppenheimer
El protagonista de esta banda sonora es el violín. Las variaciones de tempo, los cambios de ritmo y el juego de dinámicas que Göransson ha plasmado en la partitura consiguen que el espectador se teletransporte hacia el interior de la mente del protagonista.
Con la complejidad de la interpretación y los efectos de los secuenciadores, puede verse un paralelismo con la física cuántica que Oppenheimer tratar de llevar a EE. UU., en un contexto histórico de cambio y vanguardia, y un pánico bélico que está por llegar. Los trinos del violín aumentan el tono dramático de la obra, y los vibratos llegan a ser casi grotescos, como si hubieran sido creados para un film de terror.
Los sintetizadores provocan una distorsión sonora perturbadora, usando recursos como sonidos parecidos a zumbidos de avispas enfurecidas, avivando la preocupación e incertidumbre. No solo amplifican la narrativa audiovisual, sino que la enriquecen, impregnándola de significados que solo la música es capaz de expresar.
Mención aparte merece el uso de la percusión. Los ritmos metálicos prolongan la nota, simulando el uso de metales pesados. Es frecuente escuchar un tenso tictac, como el reloj de una bomba marcando la cuenta atrás. El uso de percusión profunda en notas graves da la sensación de que algo muy grande está por venir. Como si reflejara los pasos de un monstruo enorme que se acerca hacia nosotros.
Es en este tipo de composiciones en las que el público se percata cuándo un director le da la importancia necesaria a una banda sonora para contar una historia. La música consigue aumentar y prolongar una tensión incesante mediante el uso de melodías asonantes, que denotan la ética del protagonista en una interrogante que reincide a lo largo de la cinta: ‘¿Es correcto lo que estamos haciendo?’.
Y es que la música en esta película da la sensación, en cierta medida, de la progresiva creación de algo horrible, cuyo despertar solo causará destrucción. Es la música la que nos dice lo que está sintiendo el protagonista, y el espectador es cómplice de sus miedos.
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