Título: Operation Mincemeat
Dirección: John Madden
Música: Thomas Newman
Esto ya me suena… Esta es la sensación que deja en oído (memoria) la última partitura de Thomas Newman. Más allá de su estilo, que es tan original como único, las melodías del californiano adolecen entre sí de esa necesaria y obligada capacidad discriminatoria que suma más que resta. Newman es un extraordinario compositor de atmósferas que, sin embargo, en las últimas dos décadas se ha limitado a dibujar escenarios tan similares que parecen el mismo. En contadas ocasiones hemos visto brillar al músico que cambió y revolucionó en la década de los 90 la forma de entender la música cinematográfica. Sus actuales leitmotiv se diluyen como los azucarillos dejando sobre el pentagrama una interminable sucesión de tonalidades ambientales que utilizan el piano y los sintetizadores como máximos exponentes. Esta es la idea que planea sobre la partitura de OperationMincemeat, tediosa sensación que pone a prueba la maltrecha paciencia del espectador. Aunque la música y las imágenes van de la mano —’el oficio es el oficio’— lo cierto es que a estas alturas del negocio hay que exigir bastante más a quien tiene de sobra. Ya va siendo hora de que Thomas Newman salga de su zona de confort.
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