En el número 256 de Melómano tuve la oportunidad de recomendar el doble disco que el pianista español de origen vasco Alfonso Gómez, profesor en la Hochschule für Musik de Friburgo y asistente en la Staatlichen Hochschule für Musik und darstellende Kunst de Stuttgart, dedicó a la obra de Maurice Ravel, con el mismo entusiasmo que ahora recomiendo este doble álbum dedicado a las magistrales Vingt Regards sur L’Enfant-Jésus de Olivier Messiaen.
Una discografía escogida de brillante y trascendente repertorio que justifica comentarios como los que exhibe en su página web (alfonsogomez.de) firmados por El País, ‘Alfonso Gómez no le tiene miedo a nada’, o por medios de su entorno ahora más local, Alemania, como ‘Großes Kino für die Ohren‘ (‘un gran cine para los oídos’) en SWR2 o ‘Gomez spielt mit einer Leichtigkeit und Selbstverständlichkeit, als gäbe es nur eins: so und nicht anders‘ (‘Gómez toca con una facilidad y naturalidad como si no hubiese otra manera: esta y no otra’) en Fono Forum, sin dejar de ser apreciado como ‘brillante’ en The Times, ‘Scintillating performance‘. Y es cierto que hace gala de un pianismo deslumbrante, necesario para tocar con éxito este repertorio, y más aún dejarlo grabado con este nivel de calidad.
A mi entender, una versión de muy buena referencia para comprender el misticismo messiánico, que no es precisamente estático, sino plenamente vertiginoso, caleidoscópico, espiral, penetrante en miradas como la XVI Regard des prophètes, des bergers et de Mages (Mirada de los profetas, los pastores y los magos), que contrasta abismalmente con la siguiente, XVII Regard du silence (Mirada del silencio).
Alfonso Gómez nos brinda de nuevo su pianismo inteligente y completo, que navega a buen viento y con rumbo firme entre lo racional quasi maquinista y la fantasía de ensueño, haciendo gala de un excelente control de pedal y los tipos de ataque, y de una imaginación y buen gusto que nos encantaría, sería interesante, comprobar en próximas propuestas, quizá de un Federico Mompou o un Joaquín Turina.
Por Antonio Soria
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