Título: Nosferatu
Director: Robert Eggers
Compositor: Robin Carolan
Nosferatu: la música que transforma el acecho en arte
Robert Eggers, quien ya sorprendió con su debut como director con The witch, vuelve a superar las expectativas con el esperado remake de Nosferatu, reviviendo un clásico del cine de terror y volviendo a la esencia del vampirismo monstruoso y grotesco.
Gran parte del éxito que está teniendo se debe a su banda sonora, realizada por Robin Carolan, quien consigue crear un gran impacto musical que se entremezcla con la belleza de cada escena.
Ellen Hutter (Lily-Rose Depp) ha mantenido en secreto desde su infancia la sensación constante de que alguien o algo está a su lado, acechándola, llegando incluso a veces a pensar que sus actos están movidos por unos hilos invisibles que la controlan. Tras contraer matrimonio con Thomas Hutter (Nicholas Hoult), Ellen se siente mejor. Pero cuando su marido debe realizar un viaje para conseguir una mejor posición laboral, Ellen presiente que algo no va bien. Sus presentimientos se hacen realidad al confirmar que el Conde Orlok (Bill Skarsgård), un vampiro ancestral, está obsesionado con ella. Bajo el oscuro y desolado contexto de la ciudad germana de Wisburg en pleno siglo XIX, Ellen va a tratar de resistir el embrujo del vampiro y mantener a salvo su alma y la vida de los que le rodean. Para ello, no solo cuenta con la ayuda de su marido, sino también con la del profesor Albin Eberhart Von Franz (Willem Dafoe), quien conoce la naturaleza del mal al que se enfrentan.
He is coming
Carolan, quien ya colaboró con Eggers en su anterior película, The Northman, crea una partitura para despertar en el espectador la sensación de está siendo acechado desde el comienzo. Este efecto se da gracias a una serie de líneas melódicas provenientes de las cuerdas interpretadas en extremo que son las que más destacan, con las que también aumenta la tensión en momentos culmen. El empleo de acordes disonantes y tonos menores cumplen con la misma función dramática y sobresaltan el sentimiento de aislamiento de Ellen.
La música consigue crear una ambientación gótica, combinando un minimalismo oscuro con texturas sinfónicas, lo que realza a la vez una atmósfera melancólica que refleja la depresión de la protagonista (o melancolía, como se le llamaba en el XIX), y amplifica el ambiente sobrenatural del filme. La presencia de instrumentos musicales poco convencionales, como el armónium, añaden una serie de texturas que refuerzan la ambientación gótica y añaden algunos aspectos de misticismo. A su vez, van a reforzar algunos momentos de fragilidad e intimidad de la pareja.
La sutilidad en el leitmotiv
Una nana dramática y minimalista en tono menor se encarga de abrir la primera escena. Procede de una caja de música que ya nos habla de la inocencia de Ellen, a modo de inicio de un cuento en el que predominan las sombras. A su vez, la aparición de un coro con reverberación proporciona un carácter celestial y amplía el sentido de pureza y lucha de la protagonista. La omnipresencia del Conde Orlok, en contraposición, se refleja mediante otro coro en el que las voces fantasmagóricas se integran como un eco dramático, reflejando un ambiente infernal.
Pero el leitmotiv del vampiro se revela por medio de un chelo tenebroso, con una corta y profunda melodía grave, amenazante, que contrasta con la delicadeza del motivo musical de Ellen, realizado con flauta y arpa y representando su pureza y vulnerabilidad. Dos temas que, en ocasiones, van a interpretarse fusionados, simbolizando la extraña relación que les une.
Para Herr Knock (Simon McBurney), jefe de Thomas, se emplea un leitmotiv basado en las cuerdas tocadas en extremo, cuyas tensiones y disonancias ya advierten al espectador de que hay un aspecto peligroso y truculento en él. En Thomas se encuentra un elemento melódico-rítmico donde destacan instrumentos de viento madera, principalmente, clarinete y fagot. Este componente, basado en compases cortos, refleja su determinación por conseguir sus metas, y a la vez, el aspecto melódico muestra la impotencia cuando las circunstancias hacen que no pueda conseguir lo que se propone.
Conclusión
Carolan consigue integrar aspectos musicales del cine mudo (origen de la primera versión de Nosferatu) con la modernidad de las bandas sonoras actuales. La partitura complementa la dirección de un director poco convencional como Eggers, llevando el elemento del terror psicológico hacia un terreno artístico.
Es una banda sonora que no solo enriquece el aspecto cinematográfico de cada escena, sino que es capaz de mostrar los aspectos psicológicos de los personajes, teniendo como hilo central emociones como la obsesión, la desidia, la depresión, el amor, el odio o la atracción. A la vez refleja la lucha interna por cumplir los valores férreos de la sociedad de una época convencionalista, rompiendo con lo tradicional.
De este modo, la música en Nosferatu se convierte en un personaje imprescindible, cargado de simbolismo y sentimiento, en la que el leitmotiv se fusiona con aspectos psicológicos y la tensión acecha de forma constante al espectador.
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