No es fácil lograr un sonido personal y específico para una serie de piezas, algo así como encontrar una voz poética en el ámbito literario. Joan Arnau Pàmies lo hace en este disco peculiar que podríamos entender en el contexto de la improvisación, aunque el compositor catalán tenga un catálogo extenso de obras marcadamente precisas en su notación. Una parte de este sonido propio está logrado a partir de una conformación personal del set instrumental: piano, piano eléctrico, sintetizadores, guitarra eléctrica, así como otros dispositivos electrónicos que —aunque de forma acotada— proponen un mundo sonoro realmente amplio en el que siempre se hace necesario poner fronteras. Pàmies trabaja de una forma peculiar, donde sonoridades semiocultas de unas piezas sirven casi siempre como señales que nos ayudan a transitar por las siguientes. La electroacústica posee el doble filo de las posibilidades frente al abismo de su exceso, y lograr un resultado de calidad solo es posible si reconocemos los recursos sonoros que nos pueden servir para expresar lo que pretendemos en un momento dado. Por eso incidimos en la cualidad de este registro, que logra, evitando una monotonía tímbrica que ayudara a dar cohesión al conjunto de piezas, una voz propia y concreta, un sonido único que, en definitiva, es uno de los logros que cualquier compositor pretende al hacer música.
Por otro lado, es un disco en el que flota la búsqueda de una forma diferente de hacer en el recorrido estético del autor. Un espacio de exploración a partir de materiales pregrabados y puestos sobre la mesa con un nuevo propósito. Reordenación, procesamiento, exploración de territorios a partir de lo propio… Procedimientos que nos llevan por unos senderos que, si bien no dejan de tener la inmediatez del hecho improvisatorio, se muestran en un resultado que se percibe meditado. Podríamos decir que aquí encontramos la esencia de los dos mundos, improvisación y escritura, donde la primera sirve de materia sonora y la segunda como recreación —nunca revisión— de un hecho artístico que, per se, ya tiene indudable valor.
Por Sergio Blardony
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