Uno de los numerosos problemas que experimentan algunos melómanos con determinadas músicas vocales es no entender el texto que se está cantando y es una lástima, porque eso no permite entender de forma completa esas obras. En el caso de la presente grabación, es necesario escuchar el disco con los textos de cada pieza delante porque no solo las letras son muy interesantes, literariamente hablando, sino que además, tal como indica el título del disco (Cantigas de escarnio a Maria Balteira), las letras tienen, en algunos casos, carácter picante y escatológico. Si a eso se le añade muy buena música, como es el caso de los autores medievales seleccionados en el presente disco, el resultado es brillante.
Cabe destacar el buen hacer del grupo Manseliña,formado por María Giménez a la voz, fídula y percusión, Tin Novio al laúd y Pablo Carpintero a la voz, aerófonos y percusiones. Aunque solo estemos hablando de tres intérpretes, esa multiplicidad de instrumentos empleados hace que queda pieza tenga su propia instrumentación y, por tanto, su carácter propio en función de los que está expresando. La interpretación es fantástica: sencilla, como lo debe ser en este tipo de música; pero a la vez con criterios históricos interpretativos, no solo en la manera de tocar y cantar, sino también en la reproducción de los instrumentos.
Esta grabación contribuye a la revalorización de María Pérez Balteira, una soldadeira que no era más que una mujer que participaba en la performance de cantigas con sus bailes y acrobacias, cantando y tocando instrumentos de percusión. Eso es lo que hace precisamente María Giménez quien, además de cantar, toca la fídula.
Destaca la buena cohesión de los intérpretes, con una interpretación sin artificios, con el hilo conductor de las Cantigas de Alfonso X ‘el Sabio’. La toma de sonido es buena, con buena sonoridad de la iglesia deSan Cristovo de Tapia en Ames(A Coruña). El librillo del disco es completo, con indicación de las fuentes de las melodías y poesías, así como los textos completos de cada pieza.
Por Àngel Villagrasa Pérez
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