La primera parte del disco incluye las obras Vivo, Montaña Colorada, Caricias de locura y Tansandota, que exprimen al máximo los recursos idiomáticos de la guitarra y, al mismo tiempo, exponen las características de la música tradicional o histórica de la que proviene cada una de ellas: danzas, seguidillas, folías del Barroco, y géneros específicos de la zona concreta en la que se inspiran. En el ecuador del álbum, la Sonata Gomera, obra para guitarra y violín, nos regala —de forma explícita— parte del patrimonio cultural de la humanidad: el silbo gomero.
A partir de esta mitad del disco, la calidad que nos sugiere desde la primera nota, crece a través de las últimas obras que, siempre sin perder su esencia tradicional Canaria, aportan compositivamente una sensibilidad sonora que supera la limitación del propio instrumento. Además, recomiendo la lectura de la descripciones que se incluyen en el libreto, pues desvelan muchas curiosidades de la música de las Canarias. Como gran final, encontramos el Concierto Magmático, uno de los pocos conciertos para guitarra y banda sinfónica de la literatura para guitarra clásica. Narrando una historia de amor y desamor, esta obra nos remueve otra gran necesidad: la de renovación del repertorio para guitarra y que ese repertorio se construya sobre el material sólido que supone la música tradicional de una cultura y sus raíces. Por esto, como rezan las palabras de Valle-Inclán en el libreto del disco: todos los proyectos cargados de tradición están cargados de futuro. Y esto es lo que auguro para el presente proyecto.
Por Sara Guerrero Aguado
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