Título: Made in China Napoletano
Director: Simone Schettino
Música: Marco Werba
Werba y el espíritu de la comedia
Hay una constante en la música italiana que se repite desde la época de Giacomo Puccini, y es el sentido trágico del drama, sentimiento escénico llevado hasta el paroxismo en las óperas del genio de Lucca. Pues bien, de igual manera la música itálica de las últimas décadas se ha caracterizado por la irreverente capacidad que sus ítalas melodías tienen para describir ese sentimiento cómico del propio drama. En numerosas ocasiones este sentido bufo de la historia (tragicómico) adopta la forma de canzone napoletana que suele utilizarse en el cine transalpino de un modo instrumental. El ritmo desenfadado y el aire fresco y divertido que desprenden sus burlescas melodías son algunas de las características que definen a estas pequeñas composiciones que músicos como Morricone, Rota o Piovani han utilizado en muchas de sus obras. Este sentimiento tragicómico (tramoya irónica) forma parte del ADN de una tierra de orfebres que ha cartografiado la música cinematográfica de las últimas décadas, trocando esa sensibilidad en un rasgo discriminatorio que define a toda una generación de músicos y realizadores. Esa identidad musical con denominación de origen es más reconocible en la comedia que en la tragedia, definiendo las características esenciales de este subgénero musical.
Marco Werba es uno de los garantes de esa interesante generación de músicos neoclásicos —orquestación, narración y sentido escénico— que luchan a brazo partido contra las corrientes musicales norteamericanas que, por aquello de la globalización, han arribado con éxito a nuestras costas. Esa defensa, de Quijote de tripa ociosa y lengua hiriente, tiene presencia en esta comedia titulada Made in China Napoletano, producción dirigida por Simone Schettino que utiliza todos los elementos musicales de la farándula italiana para narrar una historia cargada de ironía. En palabras del propio director: «Nosotros los napolitanos representamos el último baluarte contra la globalización… Debemos mantener nuestras tradiciones y reevaluar nuestras raíces, así como preservar la excelencia agroalimentaria de este Nápoles, ciudad maltratada durante demasiados años. La película tiene la intención de ofrecer al público una mirada cuidadosa e irónica de cómo debemos alejarnos de cualquier clase de estereotipo».
Es en esa ácida y divertida mirada planteada por Schettino donde se desarrolla la música de Marco Werba, partitura que representa con acierto ese espíritu de la comedia que solo los italianos saben retratar. Ya sea a través de la canzone o la tarantella —figuras de la tradición musical patria—, la música de Werba ayuda a dibujar el contorno satírico de unos personajes surrealistas que, entre guitarras y flautas, mandolinas y clarinetes, deambulan por los histriónicos pasajes de una historia contada a la italiana. El ritmo desenfadado de su propuesta se entremezcla con la delicada presencia de una idea de carácter oriental que refleja la realidad del competidor asiático y que sirve de contrapunto a la historia. Schettino utiliza, además de la música de Werba, un puñado de composiciones de otros autores (Megan Mcduffee, Filippo del Moro y Thomas Gaultieri), que afianzan aún más ese espíritu cómico que posee Made in China Napoletano y que, a la postre, define la música italiana de las últimas décadas. Quizá, y esto es solo una sospechosa suposición, habría que remontarse a la Nápoles de la primera mitad del XVIII para encontrar en la ópera bufa (commedia per musica) el germen de esta singular idea. Los italianos y su sentido tragicómico de la vida. La música de Werba hunde sus raíces en ese espíritu bufonesco que acompañaba a juglares y trovadores por caminos y aldeas, y que hacía que la música fuera otra cosa muy distinta.
Marco Werba consigue con sus dinámicas y desenfadadas melodías que ese espíritu de la comedia que planea sobre la obra de Simone Schettino acabe dando más autenticidad a una historia made in Italy. Esta partitura tan italiana debería servir para que el nombre de Marco Werba acabe instalado en la segregacionista memoria del aficionado —en la búsqueda de lo otro está la verdadera realidad—, más allá de las fronteras transalpinas, patria de gigantes y cabezudos genios que no deja de parir buenos compositores. Solo hay que esperar a que esto ocurra, y si sucede todos saldremos ganando.
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