Luna muerta. Canciones para voz y piano de Manuel Palau
Mar Morán, soprano
Aurelio Viribay, piano
Cezanne CZ119
★★★★★
El compositor valenciano Manuel Palau Boix (1893-1967) fue un entusiasta de la canción de concierto. La cultivó desde el comienzo hasta el final de su producción artística, en diversos estilos y diversas lenguas, aunque son textos en castellano y valenciano los más comunes en un corpus que sobrepasa los cien títulos. Pero Palau no es conocido, ni siquiera en Valencia, por ninguna sus canciones. Salvo contadas excepciones, estas nunca han sido grabadas. Con Luna muerta, la soprano Mar Morán y el pianista Aurelio Viribay se adentran en ese territorio apenas explorado para rescatar del olvido, en su segundo álbum compartido, veintinueve canciones de Palau. Lo hicieron antes en su anterior trabajo, Luna clara, dedicado al compositor navarro Jesús García Leoz, de quien grabaron para el sello ODRADEK, en 2021, su colección completa de canciones, hasta la fecha inédita en su totalidad. Como entones, el título de una canción da nombre al álbum de ahora, formando así una entidad lírica en que ambos trabajos serían, como ha expresado Morán, ‘las dos caras de una misma moneda’ donde volvían encontrarse otra vez ‘los mismos, otra vez Aurelio y yo. Mismos intérpretes haciendo lo mismo, recuperación de música española’. Luna muerta reúne las colecciones Seis Lieder, Dos canciones amatorias, Dos Lieder, Del oriente lejano y Paréntesis lírico, además de diez canciones no adscritas, compuestas entre los años 1924 y 1955. La única canción en lengua no castellana del álbum, Chove, con verso del ourensano José Ramón Fernández-Oxea, conmueve por la hiriente delicadeza de lágrimas que, pausados cristales al caer, se embalsan en el pecho ‘pras magoas amolecer | e pra afogar o delor‘ del desamor. La hermosa voz de Morán, de expresión amplia y poderosa, deja impronta en el oyente con canciones como Chiquilla y Montesa; la delicadeza y la ternura de que es capaz, se aprecian bien en Partida y en el comienzo de Aroyuelo del molino. El acompañamiento de Viribay, maestro en tiempos de Morán, sabroso en detalles y contrastes, admira. Sus entradas en Ávida, de reflexivo acento impresionista, y en la exótica y disonante Lírica japonesa, son magníficas.
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