Ludwig van Beethoven, The Symphonies
Pittsburgh Symphony Orchestra
William Steinberg, dirección
Deutsche Grammophon 002894838344
Dedicábamos este espacio en el número anterior de Melómano a comentar el ciclo sinfónico de Beethoven debido al genio incómodo y provocador del director berlinés Hermann Scherchen, remasterizado por Deutsche Grammophon a partir de los soportes originales del sello Westminster. Toca hacerlo ahora con otra valiosa reedición, también por parte de DG, de la integral de William Steinberg con la Orquesta Sinfónica de Pittsburgh grabada entre los años 1962 y 1966 para Command Classics, compañía que durante su fructífera pero financieramente inviable existencia efectuó registros de excepcional calidad en cintas magnéticas de 35 milímetros, antes de ser vendida al gigante ABC-Paramount Records.
Wilhelm Steinberg nació en Colonia en 1899. La influencia más decisiva en su formación musical la recibiría de Otto Klemperer; durante varios años le asistió en la dirección de la Ópera de Colonia y le sustituyó en el cargo en 1924. Al año siguiente Steinberg dirigía el Teatro Alemán de Praga, reemplazando a Zemlinsky. Desde 1929 a 1933 estuvo al frente de la Ópera de Frankfurt, donde dirigió los estrenos de De hoy a mañana, ópera dodecafónica en un acto (y única comedia) de Arnold Schoenberg, Transatlantic de George Antheil, y las primeras representaciones en la ciudad del Main del Wozzeck de Alban Berg y Auge y caída de la ciudad Mahagonny de Kurt Weil. El advenimiento del Nacionalsocialismo supuso también para Steinberg, de origen judío, el fin de una prometedora carrera en Alemania. Estando en Colonia, en mitad de una representación, fue relevado del podio y despedido; se le destituyó de su cargo en Frankfurt y cualquier actuación como director en los teatros alemanes le fue prohibida. Steinberg decidió seguir el camino de la élite directoral del momento, que hubo de emigrar: Klemperer y Bruno Walter, por ser judíos; Erich Kleiber, Fritz Buch y Scherchen, por desavenencias con el nuevo régimen. Entre los que se quedaron y supieron contemporizar, Furtwängler y Clemens Krauss.
En Palestina, Steinberg contribuyó a organizar la orquesta que conocemos hoy como Filarmónica de Israel, y que en su concierto inaugural, el 12 de diciembre del 1936, fue dirigida por Toscanini. No cabe duda de que el maestro italiano advertiría entonces el estilo concienzudo y preciso, objetivista, con que Steinberg trabaja con la orquesta, pues en 1938, recién creada la Sinfónica de la NBC, llamó a Steinberg a Nueva York para convertirlo en su asistente. Al poco tiempo Steinberg era director invitado de la Filarmónica de Nueva York, de la Ópera Metropolitana y ‘director invitado permanente’ de la Sinfónica de San Francisco. Tras nacionalizarse norteamericano en 1944 (cambió Wilhelm por William) fue titular de la Filarmónica de Búfalo durante ocho temporadas; de la Sinfónica de Boston, tres; de la Filarmónica de Londres, dos. Aunque la orquesta en la que dejaría una impronta indeleble fue la Sinfónica de Pittsburgh, que dirigió desde 1952 hasta 1976, escasos dos años antes de morir.
Con Pittsburgh Steinberg grabó para Everest Records tres álbumes en 1960 (a destacar una espléndida Cuarta sinfonía de Brahms) y, sobre todo, para Command Classics: más de treinta álbumes en ocho años de colaboración en los que, a excepción de los dedicados a Russell Bennett, Gershwin y Copland, el resto serían compositores centroeuropeos. Las nueve sinfonías de Beethoven ocupan un lugar destacado en el catálogo de Command. Grabadas en el Soldiers and Sailors Memorial Hallde la ciudad, las tomas adolecen sin embargo de una reverberación excesiva; hecho que desde luego no obsta para afirmar que estamos ante uno de grandes ciclos de la naciente década junto, en mi opinión, al de Leibowitz (RCA, 1962), dentro de la senda objetivista de Steinberg, y el arrollador segundo ciclo de Karajan, primero para DG (1963).
El Beethoven de Steinberg fundamenta su excepcionalidad en un dinamismo enérgico de tempi fluidos, sin concesiones románticas, articulado mediante un detallado realce melódico que hace de cada movimiento un perpetuo cantábile. Cuanto fue escrito y debe escucharse, se escucha a la perfección en los exquisitos, contrastados timbres de la orquesta; nada se ignora en aras del empaste sonoro. La sinfonías Quinta y Séptimason monumentales; la ‘Heroica’, como escribiera en su día con razón la crítica, memorable; la ‘Pastoral’ y la Octava, un torrente pleno de vitalidad y belleza. Únicamente el Finale de la Novename ha decepcionado: los solistas vocales, excelentes belcantitas sin duda, resultan demasiado enfáticos y presentes en la grabación, y porque la mencionada reverberación del sonido en la sala, en ocasiones, enturbia la intervención conjunta de orquesta y coro.
Por Alejandro Santini Dupeyrón
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