Loss & Love
Josu de Solaun, piano
Adolfo Gutiérrez Arenas, violonchelo
ODRADEK ODRCD425
Melómano de Oro
Dice Adolfo Gutiérrez Arenas, literalmente, en la Dársena (RNE) durante una fresca entrevista de Jesús Trujillo para presentar este primer disco juntos, que se ha encontrado con otro mudo: Josu de Soluan (¡qué gracia!). Quien se pregunta: ‘¿Qué hay que hablar? Si la música dice tanto ya… Hay que estar atento, porque la racionalidad verbal y la musical se solapan’. Y cierto es que, cuando la música suena, las palabras sobran. Pero si a eso vamos, ¿qué decir aquí? Perdón si tengo que recurrir —¡qué remedio!— a la ‘racionalidad verbal’ para intentar transmitir algo que seduzca a los lectores de Melómano y disfruten de la racionalidad y emoción musical que emann de este álbum: música nostálgica con trazos terrenales, populares, risas y llantos, sentimientos extremos y contrastantes ante lo inefable, expresado gracias a la poética que trasluce la experiencia personal de cada uno de los artistas. Ambos dedican este disco abiertamente a sus padres, fallecidos en los últimos años.
La personalidad de estos dos grandes ‘S’ alemanas, Schubert y Schumann, como creadores de su tremenda música (la Arpeggione del primero, y los opp. 70, 73 y 102 del segundo), traducida y recreada por la personalidad de dos artistas como Adolfo y Josu, crepita como un mar agitado, holístico e insondable, en el encrespado acantilado del Romanticismo evocador, intimista, misterioso y sentimental. Iba a decir como una ola, pero queda corto, porque no es una, son muchas las cumbres y es mucha la riqueza que habita bajo la superficie, con corrientes cálidas y complacientes, con enigmas que se nos muestran sin desvelarse, con belleza emocionante. ¿El secreto? Ellos, los dos, lo dicen: saben respirar juntos… y eso es algo natural. Gracias por lograrlo y por compartirlo. En este mundo de la música (intérpretes, compositores, musicología, docencia, comunicación, arte), uno de los principales virus es el gran ego que a muchos impide ver más allá de sus narices, despreciando con frecuencia lo que no es propio. Pero vamos bien si somos capaces de disfrutar, como es el caso, de la calidad, independientemente de engarzar a la perfección o no con el criterio que alguien pueda tener sobre cómo debe culminar o declinar tal fraseo, del nivel de pedalización que hubiera gustado en cierto pasaje, de que parte del repertorio haya sido escrito o no originalmente para chelo y piano, de detalles que podrían ser importantes en la propia visión de quien se planteara hacer las cosas diferentes, pero que se esfuman si lo que escuchamos está bien construido, bien afinado, bien propuesto, bien dicho, bien cantado.
El chelo de Adolfo en este disco, dice Josu (y no le quito la razón), canta, suspira, susurra y a veces baila… El piano de Josu da la cara, como espejo del alma, a una sensibilidad extraordinaria, culta y oculta, de excelente calidad. Otro lujo de este disco son las notas al programa de José Luis García del Busto, pluma de insuperable reputación en España y hombre bueno entregado siempre al estudio y divulgación de la música. Afirma del Busto sobre el opus 102 de Schumann que ‘las cinco son muy sencillas, de forma ternaria y, aunque no responden a un tipo de escritura convencionalmente “virtuosística”, sí permiten un aprovechamiento admirable de las peculiaridades del violonchelo’, mas, el virtuosismo que aquí se concita trasciende lo banal, lo artificioso, la mera superficie, se trata de un arte hermenéutico que penetra en lo interno, en lo inefable, en la línea que los intérpretes predican: no caer en lo corriente. Porque lo esencial está tras la superficie, ‘se trata de musicalizar el instrumento y no de instrumentalizar la música’, dice Adolfo, y también que ‘la normalidad asusta’. Ahí matizaría, amigo, que lo normal es maravilloso y que supera en mucho a lo corriente. La amalgama de talento que fluye en este disco se escapa de lo corriente, trasciende a una corriente con sirenas que anuncian nuevos tesoros, de música e interpretación, que nos encantaría descubrir en la categoría de la normalidad pues, finalmente, es cosa nuestra que lo bueno, la calidad y lo extraordinario, sea normal, distinto a lo corriente.
Así que, con toda normalidad, abiertamente y con mucha satisfacción, declaro este disco altamente recomendable y advierto al lector: estén atentos a lo que ambos artistas se propongan. Hoy, este Schumann y Schubert: Melómano de Oro, puro.
¡Enhorabuena y a por más!
Por Antonio Soria
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