Liszt en Italia e Italia en Liszt. Un binomio inseparable en lo humano, lo divino y lo artístico. La propuesta que presenta el sello Orpheus es sencillamente exquisita. Ante un repertorio de tan despiadada belleza y exigencia, el pianista polaco Maciej Pikulski se muestra sublime, intratable. Sobre un teclado cristalino baila una tarantela, emociona con las paráfrasis verdianas, ilumina la poesía petrarquesca y acompaña a Dante disfrazado de sombra melancólica. Y lo hace siguiendo la apoteosis descriptiva del maestro a lo largo y ancho de su ‘místico y pasional universo’, con una técnica depuradísima, un dinamismo ondulante y un discurso musical que nos llega como un rayo de emoción.
La ‘Tarantella‘ de Venezia y Napoli se inspira en un tema de Guillermo Cottrau, símbolo de la canción napolitana. El efectismo mezclado con el sabor sureño de la cultura mediterránea nos lleva en volandas hacia el homenaje a otro binomio indivisible: Verdi y la ópera. Pikulski consigue el perfecto equilibrio entre el innato dramatismo y un aspecto melódico, tan bello y evidente, que no se entiende cómo el de Busseto parezca, a menudo, esconderlo tímidamente en sus pentagramas.
Espectaculares la serie de la mano izquierda y el contraste lírico del ‘Miserere‘ del Trovatore, los cantabiley el rubato que traza en ‘Salve Maria‘de Jérusalem(I Lombardi) o la brillantísima adaptación del cuarteto Bella figlia dell’amore de Rigoletto.
Pensados inicialmente como lieder para tenor agudo, los Sonetos del Petrarca abren la puerta para adentrarse en territorios de melodías apasionadas, transiciones pausadas, arpegios llenos de intencionalidad y cascadas de color romántico que viajan del fulgor sensual a la opacidad melancólica. Aprés una lecture du Dante es una partitura monumental. Decía Busoni que Liszt ‘explotaba la técnica y la extensión del teclado hasta sus límites’. Eso es exactamente lo que consigue Pikulski en un nuevo ejercicio de consistencia, introspección y determinación, desplazándose con vigor por las laderas rocosas del infierno y deslizándose con sensibilidad por los rincones de esperanza que esconden los versos de la Divina comedia.
Señoras y señores: un pianista de oro para un autor de oro.
Por Alessandro Pierozzi
Deja una respuesta