Título: La tregua
Director: Francesco Rosi
Música: Luis Bacalov
La otra guerra… La otra música
Durante décadas la industria cinematográfica americana —la europea también— ha retratado con desigual resultado el holocausto nazi. Para los poderosos de Hollywood, cuyos nombres proceden de la ancestral estirpe judía, esta causa ha sido una especie de cruzada reivindicativa y didáctica que, por aquello de la ley y la justicia talmúdica, ha intentado sensibilizar las conciencias de los más despistados. A caballo entre los dos continentes se encuentran algunos de los títulos más representativos de la filmografía mundial, películas que de una u otra manera narran las atrocidades de esta barbarie. Producciones tan interesantes y, en ocasiones tan olvidadas, como Triumph of the Spirit, dirigida por Robert M. Young; La tregua, del realizador italiano Francesco Rosi; o la archiconocida y reconocida La vita è bella del histriónico Roberto Benigni, son algunos ejemplos de lo que el cine ha hecho por la causa judía. Pero si tuviéramos que señalar dos títulos que por muchas razones destacan sobre todos los demás, esos son, sin lugar a dudas, The Pianist —Roman Polanski (2002)— y Schindler’s List —Steven Spielberg (1993)—, obras de arte que han trascendido al propio fotograma. Polanski y Spielberg, realizadores de origen semita, mostraron al mundo la sinrazón de una ‘raza’ que intentó eliminar de la faz de la tierra a un pueblo milenario que, todo sea dicho, ha despertado más antipatías que simpatías.
Ahora bien, todas estas producciones muestran el holocausto desde dentro —del gueto al campo de concentración—, de ahí que La tregua de Francesco Rosi sea considerada de una forma diferente, pues centra su narración en la diáspora de los judíos tras la liberación de los campos de exterminio. Un viaje a ninguna parte que modificó la geografía emocional de medio planeta. Rosi apoya su discurso narrativo sobre la desgarradora interpretación del actor John Turturro y la emotiva y ‘humanitaria’ partitura escrita por el compositor porteño Luis Bacalov, pilares sobre los que Rosi construye una historia estremecedora.
Una característica común a todas estas producciones se halla en la enorme belleza que irradian sus bandas sonoras. Da lo mismo si es desde el interior de las alambradas o en las primeras piedras del camino, todas ellas emanan una energía especial. Las desgarradoras melodías de John Williams para La lista de Schindler o las ‘aniñadas y bonitas’ tonadas compuestas por Nicola Piovani para La vida es bella son la muestra de que los músicos se transforman cuando afrontan esta clase de historias.
Una de esas curiosas metamorfosis musicales es la que padeció el músico argentino Luis Bacalov a la hora de afrontar la partitura de La tregua. El compositor escribió la que para muchos es su obra más conmovedora. La música gira alrededor de dos ideas que convergen en la odisea del protagonista principal (Primo), y que dibujan con acierto, no solo la lucha por la supervivencia tras la liberación del campo de Auschwitz, sino también la sinrazón de una diáspora que dejó desamparados a miles de judíos. Almas entierra de nadie. Estos dos leitmotiv acompañan a Primo a través de los terribles episodios que sus ‘hambrientos’ pasos recorren en compañía de un pintoresco grupo de judíos italianos que lo acompañan durante el viaje de regreso a casa. La flauta y el violín van transformando la inocente y sorprendida mirada de Primo a medida que va alcanzando el final del trayecto. El amor, la compasión y un extraño sentido de la justicia son los tres elementos que el músico utiliza para componer la melodía más emotiva de toda la partitura, idea que refleja el sentimiento más noble de los vencidos… la gratitud. Humana y no divina, ya que como el propio Primo le dice a uno de sus compañeros: ‘Dios no puede existir si Auschwitz existe’. Este estremecedor leitmotiv —I sommersi ei salvati (los ahogados y los salvados)— ahonda en ese incomprendido agradecimiento que el ser humano dispensa hacia el otro cuando adquiere de forma luctuosa la libertad. La música de Bacalov envuelve ese hondo sentimiento del protagonista profiriendo un descarnado grito que suena a libertad.
La obra de Luis Bacalov está a la altura de las grandes partituras que se han escrito a lo largo de las décadas sobre el holocausto nazi, la única diferencia se encuentra en la escasa repercusión mediática que la película de Francesco Rosi tuvo a nivel comercial. Pero eso poco importa cuando la música es libre.
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