La guerra de los gigantes
Íliber Ensemble
Darío Tamayo, piano
Ibs Classical IBS 132019
La Ópera escénica deducida de La guerra de los gigantes es, sin duda, una de las obras de Sebastián Durón que más ha llamado la atención de intérpretes e investigadores en los últimos años. Compuesta, probablemente, como un encargo para la boda del V Conde de Salvatierra en 1701, tiene la peculiaridad de constituir en sí mismo un género dramático musical, puesto que su lenguaje y estructura no coinciden ni con el dramma per musica ni con la «fábula mitológica» española. No obstante, la obra guarda en sí misma la tradición de la música escénica española, con elementos novedosos como la incorporación de recursos que son propios del estilo italiano.
El Íliber Ensemble, con la dirección de Darío Tamayo, ya hizo un avance sobre esta singular obra en el año 2016 con motivo del tercer centenario de la muerte de Durón, cuando la llevó a escena junto a la Orquesta Barroca de Granada, bajo la batuta de Darío Moreno. Sin embargo, hemos tenido que esperar hasta 2019 para tener el testimonio discográfico de la mano de Ibs Classical, trabajo que implica, además, un ligero cambio en el elenco. No obstante, el reparto que aquí encontramos incluye algunas de las mejores y más potentes voces consagradas a la música antigua del panorama actual en España. Cabe mencionar que la edición crítica que se ha empleado para este proyecto ha sido la de Ars Hispana, a cargo de Raúl Angulo y Antoni Pons, un elemento sine qua non para la confección de este montaje.
Se trata de una ópera breve, que se desarrolla en un solo acto, dividido en dos partes y seis escenas que narra una guerra entre los gigantes y los dioses del Olimpo, lo que viene a llamarse «Gigantomaquia« La obra es, en realidad, una metáfora de la convulsa política que asolaba Europa del siglo XVIII. En esta versión, Palante (Marta Infante) se alza contra el reino de Júpiter (Eva Juárez), tratando así de conseguir fama.
La construcción musical se basa en la alternancia constante entre coplas, estribillos y ritornelli instrumentales, en números concertantes y tonadas a solo. En la peculiar estructura que encontramos en esta ópera, las escenas se definen por los personajes que intervienen en ellas, determinándose el cambio de la misma por la entrada o salida de alguno de ellos. Así, en la primera, donde Palante anima a los gigantes a derrotar a los dioses, intervienen el mismo protagonista, el coro de gigantes con la Fama (Pilar Alva), el Tiempo (Soledad Cardoso), la Inmortalidad (Laura Sabatel) y el Silencio (Olalla Alemán). Se trata de un movimiento con estructura de villancico, en el que intervienen todos los personajes, que se sucede de cuatro grandes tonadas, cada una a cargo de un miembro del coro de gigantes, que se proponen a si mismos frente a los demás.
En la segunda escena, Júpiter desciende a lomos de un águila con el objetivo de informarse de qué está pasando. Entonces, Minerva le informa sobre la guerra de los gigantes, y es cuando le sugiere contratar a Hércules (Solomía Antonyak). Destaca aquí el brevísimo coro «En el cóncavo profundo» al que le sucede el resuelto dúo «Ya en mi oído». En la tercera escena, Minerva le pide a Hércules que luche contra los gigantes. Escucharemos aquí «Ahora sí, sí», uno de los mejores momento del disco y que dará paso a la cuarta escena, donde se desarrollará la batalla. En la quinta escena, constituida solo por dos números musicales sin cesura, Palante huye de la batalla al advertir la derrota, pero Minerva le sigue y le mata. En este momento se desarrolla uno de los momento más íntimos y primorosos de toda la ópera: el lamento de Palante, cuando, agonizando, le pide a Minerva que le de muerte. La sexta escena consiste en la fiesta de celebración de la victoria de los dioses.
La colaboración entre los directores artístico y musical, Darío Tamayo y Darío Moreno, logra extraer toda la fuerza expresiva y dramática de la obra, ofreciéndonos una versión que despunta por su musicalidad, tan llena de contrastes tímbricos que fácilmente podríamos definir como un chiaroscuro musical. En definitiva, estamos ante un buen testimonio de una obra que no solo cautiva por lo singular de su concepción, sino por su belleza.
Por Lucía Martín-Maestro Verbo
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