Qué agradable es, con lo años, seguir sorprendiéndose y mantener viva la sensación de aprender. Disfrutar de lo bueno y, ya con la experiencia, esquivar lo tóxico. Cae en mis manos este disco, lo abro, veo a un tipo muy sonriente que toca el pianoforte, bonitas fotos estudiando una partitura en tirantes y pajarita; un libreto en español, con notas firmadas por él, y muy bien escritas, también en inglés y francés, al parecer sin traducción, con muchos y buenos datos, fluidez en el lenguaje y hasta simpatía. Qué bien, ¿no? Tiene buena pinta. Pero ahora viene lo mejor: me lo pongo, comienzo a escucharlo y, ¡eureka!, este pianoforte no suena desafinado (que tantos se han oído tocando instrumentos históricos de esta guisa… cuánto se mofaba mi maestro organista de ciertos españoles, entre otras cuestiones, por esta), y ¡qué preciso toca!, ¡qué elegante! Sorpresa muy agradable, me encanta. ¡Qué calidad!
A ver, ¿quién este músico? No me suena de nada. Pues fantástico. Apunten el nombre: Eloy Orzaiz. Resulta que estudió, entre otros, con mi buen amigo Miguel Ituarte, admirable músico, con quien tan buenos momentos compartimos en torno al repertorio pre Bach para teclado en Tierra de Campos y otros lares. Una verdadera satisfacción, porque, además de la aportación del buen hacer interpretativo, estamos ante un repertorio infrecuente que tanta falta hace para recuperar los valores olvidados y refrescar el ambiente. Agilidad, buen espíritu, fluidez, dominio del discurso desde un pensamiento preclaro e inspirado. No se puede pedir más… distinto, quizá. Entre otras cosas, un buen ejemplo para aprender lo que se puede hacer en el fraseo con la agógica y los niveles de articulación, mucho más que acelerando o ritardando, o estrambóticos toques deformativos. Orzaiz cuida el detalle desde una inteligencia de primera clase que combina con la eficacia propia de un artista excelente. Un brillante Melómano de Oro y de nuevo un aplauso para Ibs Classical.
Por Antonio Soria
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