Reseña | King of Silence

Nos hacemos eco del último trabajo de Delirivm Musica, en el que Juan Portilla y los suyos desembarcan de lleno en las costas británicas del siglo XVII. El conjunto ha cosechado un importante reconocimiento que le ha valido varios galardones en los Premios GEMA desde su fundación, en 2007. El presente disco es una dedicada revisión de las dos figuras más importantes del primer Barroco inglés, antes de la llegada de Purcell —y Haendel—. Nada más y nada menos que John Dowland (1563-1626) y Matthew Locke (1629-1677). Ningún otro binomio británico representa mejor la transición de esas últimas inercias del Renacimiento, que heredaba la refinada polifonía de cuerda pulsada de años pasados, hacia aquel incipiente Barroco, con sus innovaciones escénicas e instrumentales. Portilla propone una selección de cuatro ayres y cuenta, de nuevo, con la valenciana Èlia Casanova para poner a voz a algunas de estas joyas poéticas, todas de Dowland, de las que destacaría Awake, Sweet Love! Thou art return’d o Lasso vita mia; siendo la joya de la corona la bellísima Now O Now que cierra el disco y supone todo un reto para el lacrimal. El resto del elenco se muestra cohesionado también en el registro instrumental interpretando tres suitesde sus ciclos Consort of Four Parts y dos del The Broken Consort, donde Locke plasmó su mejor ingenio y su personalidad, así como su inventiva contrapuntística y avanzado sentido harmónico —óiganse esos cromatismos de las Fantazie— o esos pasajes fugados tan entusiastas. Subrayamos la naturalidad de las cadencias y un afelpadísimo continuo, sobre el que navegan cómodamente la flauta y el violín. Delirivm Musica muestra nuevamente su altísimo nivel interpretativo, técnico y musical, y es capaz de definir cada voz por separado y ubicarla en el campo estéreo con gran claridad. Portilla, Casanova, Beatriz Amezúa, María Saturno, Calia Álvarez, Jorge López-Escribano y Ramiro Morales encuentran a través de este fantástico álbum con música de Dowland y Locke una nueva ruta hacia la exquisitez.

Por Carlos García Reche