George Vatchnadze, piano
Suren Bagratuni, violonchelo
Piano Classics PCL10198
En esta música para piano de Kancheli, que recoge y engloba gran parte de su vida como compositor, apreciamos un estilo y un lenguaje totalmente influenciados por el profundo dolor de su país natal. Unas raíces que, como el compositor describe, «han marcado mi alma permanentemente». Y es que si algo nos transmite la música para piano de Kancheli es dolor. Un dolor que se nos presenta, en la mayoría de los casos, en modo menor y, en todos ellos, con un lenguaje claramente tonal. Las melodías lentas por grados conjuntos, los acordes de acompañamiento, las apoyaturas, los retardos…
Pero, como no podía ser de otra manera, en 33 Miniatures encontramos algunas que, de repente, nos hacen sobresaltar y prestar aún más atención. Son, por ejemplo, ‘The Blue Mountains’, ‘Twelfth Night…’. Y nos sobresaltan porque dentro de esa nube difusa en la que nos introduce Giya de repente aparecen pequeñas figuras picudas y claramente definidas. Pasamos de un ritmo totalmente maleable a danzas rudas, con dinámicas extremas y motivos incisivos. Un contraste que se agradece y se valora aún más en el contexto global.
En una segunda (y muy breve) parte del disco, encontramos la sonata para violonchelo de Altunyan. Una fantástica pieza en tres movimientos llena de fuerza y riqueza rítmica, con momentos muy virtuosísticos en cuanto a registro y afinación, y con un gran aroma folclórico en sus ritmos y melodías incisivas.
Y por último el dúo de Tsintsadze. Una demostración absoluta de dominio y control sobre el material. Este sí con un lenguaje armónico más sofisticado, haciendo constante referencia a su título, estando así muy influenciado por las escalas folclóricas de países del este, como su natal Georgia. Sin lugar a dudas, cinco piezas imprescindibles para entender la música del siglo XX.
Por Pablo de Diego
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