En un artículo de la psicóloga norteamericana Jordan Fiorillo Scotti titulado La feliz coincidencia entre el estoicismo y el budismo podemos leer que ‘tanto el budismo como el estoicismo enseñan que la felicidad proviene de enfocarnos en lo que podemos controlar y aceptar lo que no podemos’. La ataraxia es el estado de imperturbabilidad o serenidad (según la RAE) que el ser humano logra al vencer la adversidad. La ética estoica se basa en dicho concepto, porque la vida conlleva siempre situaciones adversas y difíciles, sin embargo, la sociedad actual tiende a refugiarse en el individualismo, intentando escapar de dichas adversidades.
Evitando prejuicios, me acerco al disco sin conocer al intérprete, escuchando con atención (y el cariño que le tengo a Turina por razones obvias). Encuentro una buena calidad de sonido, elegancia y esmero en el discurso del pianista. Me parece creativo, artista, respetuoso con el texto (más incluso que su aplaudido maestro Esteban Sánchez), y conforme me adentro en la escucha, tamizando inevitablemente con mi visión de las obras, detecto una tendencia a la distensión agógica en finales de diseño, frecuentemente sin tensión previa, que dotan al estilo de una curiosa acumulación de tranquilidad… Me acuerdo de Conchita Supervía y su cariñoso ‘hermanamiento’ con el maestro Turina en la que ella misma bautizó como ‘hermandad de la tortuga’, resistencia, perseverancia, cualidades que bien engarzan con la meditación y la creatividad en un ámbito poético como el generado por Turina en su obra. Después de escuchar leo (¡qué curioso!) que el pianista (y productor cinematográfico) es, ni más ni menos, presidente de la Dogen Sangha España y director del Zendo Gudo. Las notas al programa de Carlos Matesanz hablan de un ‘Turina víctima de sí mismo’, con afirmaciones más que discutidas a nivel de tesis doctoral, y también piropos al arte del sevillano, que Pedro Piquero defiende con buen gusto. Mucho para decir, y mucho dicho. Bien enfocado y recomendable
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