Cosmos convence de que el cuarteto de cuerda es el formato ideal en música clásica: la sonoridad de sus voces alcanza cotas inefables, algo que ha inspirado a todas las vertientes artísticas. Este cuarteto aglutina cualidades de una gran interpretación, donde la partitura revive para regocijo del oyente. Empaste, textura, agógica, sensibilidad… Todo es delicioso en el Cosmos.
Beethoven asombra con un arsenal dinámico donde se varía de matiz sin que la música pierda (los ataques son impecables desde los inicios de frase). Manejo del colorido, calado en las fórmulas rítmicas y una diversificación de fuerzas que llevan a la cumbre este opus 95. La perfección técnica del Cosmoshace posible dinámicas de antología, como el piano que sirve de resolución al Allegro con brio. Estos intérpretes consiguen un lienzo sonoro en estado de gracia, que hace de la música un lenguaje refinado y sutil. En el Finale hay un vislumbre de Mendelssohn.
Brahms maravilla en el diseño contrapuntístico del Allegro, que lleva dentro el alma del Romanticismo y donde los lamentos del chelo seguido de pocas notas en pizzicato conducen a una Romanza rica temperamentalmente: las cuatro voces se funden en un encuentro amoroso, el mejor regalo para un espíritu sensible. El tercer movimiento recuerda la maestría del compositor, que esculpe sus notas en el género camerístico, y también hace asomar el Nacionalismo de Dvorák. Torrencial el Finale gracias al dominio técnico y de discurso del Cosmos, capaz de resumir todo el caudal desencadenado por Brahms a lo largo de los cuatro movimientos; la conclusión es imponente.
Obra maestra la de Octavi Rumbau, que arranca con frases sinuosas para luego llegar espirales, un ostinato que desentraña el alma del sonido, cuarteto engarzado desde el sobreagudo hasta el grave; glissandi como una caída en picado, estadio de música en otra dimensión, un prodigio sonoro que también evoca alarmas y campanas. E incluso, lo inusitado en el sonido lleva a glissandi oscilantes. La obra se corona en acordes apolíneos, que rompen el ingenioso lenguaje de disonancias. Al fin se logra una liberación.
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