Herrando & G. Brunetti
Dúo Herrando
Columna Música 1CM0442
★★★★
El primer trabajo discográfico de las violinistas Alba Encinas e Isabel Soteras, ambas especializadas en interpretación barroca, es un homenaje a la complicidad musical y la búsqueda intrínseca al juego. En él, interpretan los dúos escritos por el compositor valenciano José Herrando, así como tres divertimentos del más conocido Gaetano Brunetti, que sustituyó al primero como músico principal de la Casa de Alba tras su temprano fallecimiento.
Las dos intérpretes han hecho un trabajo de recuperación de esta música para dos violines que, dentro del ámbito de la música de cámara de mediados del siglo XVIII, fue profusamente cultivada pero poco interpretada con posterioridad. Este impulso al género es no solo una forma de darle visibilidad a música que con el tiempo ha quedado relegada a un segundo plano, sino también una manera de mostrar las posibilidades del dúo de violines más allá de su histórico uso didáctico. En la grabación de estos dúos percibimos una concepción nada individualista de la interpretación, en la que la búsqueda de un resultado final prima en todo momento. Esto se traduce, entre otras cosas, en un exquisito cuidado de los balances que podemos observar a lo largo de todas las obras, pero, quizá, en el Allegro del Dúo II de Herrando de una forma especialmente bella.
No podemos sino intuir un juego deliberado en la organización del repertorio que conforma este álbum, en el que se intercalan algunas lecciones de Arte y puntual explicación del modo de tocar el violín con perfección y facilidad de Herrando, para las que se ha llevado a cabo una labor de transformación del bajo hasta su conversión en dúos. Así, un material musical pensado para el estudio y perfeccionamiento de la técnica del instrumento se nos ofrece como objeto para la escucha, en una forma de borrar las fronteras entre el desarrollo de la técnica y el disfrute de la música que comienza, o debe hacerlo, en quien le da vida.
Por último, hay también en este álbum espacio para la experimentación, como vemos en la breve obra de Fernando Ferandiere, en la que hace uso exclusivamente de armónicos con los que disfrazar el instrumento de uno más ligero y volátil como la flauta, otra forma de diversión —como todo disfraz— que se ha ejecutado con gran elegancia.
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