George Enescu, Piano Quartet No. 1, Piano Trio
Stefan Tarara, violín
Molly Carr, viola
Eun-Sun Hong, violonchelo
Josu de Solaun, piano
NAXOS 8.573616
★★★★
Si hay una parcela fascinante en un autor, es la música de cámara, porque aquí manifiesta de modo esencial sus dotes y su sensibilidad. Particularmente, el siglo XX ha sido muy rico en partituras, que culminan aquellas aspiraciones desarrolladas a lo largo del Romanticismo. Enescu es un ejemplo de excelencia camerística, donde hay semejanzas con Franck, Chausson y Fauré. Su gusto por el sentido modal define un lenguaje que hará las delicias de los oyentes más selectos.
El Cuarteto con piano en Re mayor se estrenó en París en 1909 y posee el sentido cíclico de temas que se diversifican. Hay un motivo en el Allegromoderato que encierra un regusto popular; sutiles síncopas y ritmos con puntillo. El Andante mesto se elabora con intrincada armonía que crea suspensión y un ambiente onírico; los diseños de cuerda y piano recuerdan las joyas camerísticas de Brahms. Se perfila lo onírico hasta lograr una música caudalosa con un contrapunto que no cansa: las líneas ascendentes por escalas y el balanceo de los acordes pianísticos hacen pensar en una contemplación. El Vivace, con su pulso contagioso, revive las estampas inconfundibles de la música a caballo de los siglos XIX y XX. Aparecen cromatismos ascendentes en la cuerda, el discurso aporta trinos agudos al piano y todo se cierra primorosamente.
El Trío con piano en La menor es resultado de una forja de cinco años; vio la luz en 1916 pero después de un letargo considerable no se daría a conocer hasta que el estudioso Pascal Bentoiu la editó. Allegro moderato introspectivo del que va emanando una hermosa textura; el segundo son unas variaciones que se articulan con originalidad. Y el Andante-Vivace amabile refleja dos facetas: una fúnebre mediante unísonos y acordes graves y otra festiva con trazos agudos y sobreagudos.
Tarara, Carr, Hong y Solaun son prestigiosos instrumentistas que confluyen para una interpretación notable. Desde la primera pista se disfruta con un pulcro juego de dinámicas, que sacará partido a la paleta de Enescu. El rendimiento más sobresaliente lo escuchamos en el Andante mesto del Cuarteto: la escritura portentosa lleva a cotas de musicalidad insuperables. El dominio del rubato y un inmejorable accelerando encumbra el tercer movimiento de este cuarteto.
Por Marco Antonio Molín Ruiz
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