Gaspar Fernández & Alonso de Bonilla: Chanzonetas
La Danserye
Capella Prolationum
Ibs Classical IBS182017
Melómano de Oro
Lo increíblemente rico y brillante del legado musical del Renacimiento ibérico es innegable, y por suerte aún quedan diamantes que extraer de esta mina aparentemente inagotable. En esta ocasión nos encontramos con el denominado Cancionero de Oaxaca, escrito por el compositor guatemalteco Gaspar Fernández(1563/71-1629), quien trabajó como maestro de capilla en Guatemala. El manuscrito cuenta con casi 300 composiciones, de las cuales 19 ponen música a poemas del literato baezano Alonso de Bonilla. Su primera grabación mundial no podía estar en mejores manos; y es que estos dos conjuntos especializados, con una larga trayectoria de colaboraciones, entienden perfectamente el lenguaje de alta y baja capilla.
El compacto está formado por 22 villancicos a tres, cuatro, cinco, seis y ocho voces. Además de dos cantantes por parte, la capilla instrumental, formada por chirimías, sacabuches, flautas dulces, cornetas, orlos y demás instrumentos de viento doblan cada parte vocal, dejando espacio a las voces en los solos y también reservándose algunas piezas solo para los instrumentistas. La primera pieza, Si a Belén, Carrillo, vasvale de muestra de lo que encontraremos a lo largo del álbum: una entrada de tiple a solo (por nada menos que Verónica Plata), a la que se suman en contrapunto imitativo el resto de partes, en una ágil cascada de alturas y timbres aderezada con guitarra. Tras la primera cadencia, una sección homofónica derrochante de energía repite la entrada en un a cuatro que nos descubre la vigencia de la escritura de villancicos en el Seiscientos criollo; una sonoridad propia de los míticos cancioneros de Palacio o Upsala, conviviendo en fechas con Cervantes o Lope.
La temática del verso es religiosa en su mayoría, pero la forma musical, el villancico, es puramente profana, con algunos procedimientos polifónicos con origen en el contrapunto improvisado popular. Gaspar Fernández enfoca la escritura musical hacia una buena comprensión del texto, con muchas líneas a solo y partes homofónicas. Si bien el espacio escogido para la grabación podría plantear problemas para este fin, la dicción de los cantantes es directa y natural, y la sonoridad del conjunto se beneficia mucho de la reverberación, en especial al entrar los instrumentos.
Como ejemplo de pieza interpretada en capilla alta está Si de amor la viva fragua, en la que escuchamos chirimía soprano, chirimía alto y dos sacabuches sin participación vocal. En el otro extremo tenemos Verbo en carne soberana o En tres casas de ajedrez, con voces dobladas por una vihuela. En esta época, la partitura era un punto de partida en el que solo se encuentran las melodías y los versos, a partir del cual se ejecutaba la música con los recursos disponibles y sin mayores complejos. Es en estos años cuando se originan las primeras familias de instrumentos o consorts, a imitación de la ordenación de las voces.
Entre las piezas a ocho se halla Un domingo de mañana, curiosamente escrita para un coro a tres y otro a cinco. En este caso La Danserye opta por chirimías y sacabuche para el primer coro y cornetas, bajoncillo y sacabuches para el segundo, con un sencillo acompañamiento de percusión. Desde principios del siglo XVI las catedrales españolas empiezan a tener en plantilla instrumentistas para apoyar el canto de la liturgia, empezando por el bajón y llegando a tener, a finales de siglo, hasta siete y ocho músicos de viento en las ceremonias más importantes. De esto se verían beneficiados los maestros de capilla, logrando sonoridades tan ricas y majestuosas como la que se recoge en este álbum.
Entre las alegrías que nos está dando el actual auge de la música antigua se puede contar el hallazgo de esta magnífica música, interpretada por un elenco tan apropiado con un buen equilibrio en la alternancia de ejecuciones vocales e instrumentales, buena afinación y cuidado en la comprensión de cada textura.
Por: Pablo F. Cantalapiedra
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