Reseña | Gaetano Brunetti (1744-1798). Sinfonías vol. 3

Tercer volumen de las sinfonías de Gaetano Brunetti, compositor clásico no todo lo conocido que debería ser. En esta grabación encontramos las Variaciones para orquesta en Do mayor, la Sinfonía núm. 15 en Si bemol mayor, la Sinfonía núm. 20 en Mi bemol mayor y la Sinfonía núm. 32 en Do menor. A excepción de esta última, el resto de las grabaciones son estrenos mundiales, cosa que le da un interés musicológico al disco, más teniendo en cuenta que la preparación de los materiales de orquesta corre a cargo del propio director.

En cuanto a la interpretación, cabe destacar que se tratan de versiones con instrumentos originales y criterios históricos interpretativos. La plantilla de cuerda es, en general, bastante reducida, cosa posible en las versiones de la época. Si bien consideramos que la interpretación es correcta, en líneas generales, se echa de menos un poco más de fuerza interpretativa. Determinados movimientos necesitarían tempi algo más vivos y más nervio en los ataques de la cuerda y especialmente de las trompas. Al tratarse de trompas naturales, vale la pena arriesgarse y conseguir un sonido más punzante e intenso, cosa que permiten este tipo de instrumentos.

La elección de las obras es variada cosa que no permite al oyente aburrirse, pues se trata de una música fantástica. Destaca el buen papel del oboe en las Variaciones para orquesta y también el del fagot; la viola, en cambio, tiene algún ligero problema de afinación aunque también defiende bien su papel.

Destacan también los deliciosos «quintetos», movimientos que sustituyen al tradicional minueto de las sinfonías clásicas y en donde se exhiben solamente los vientos en la primera parte, con la respuesta de la cuerda en la segunda.

Estamos pues ante un disco muy recomendable, en donde cabe felicitar a los intérpretes por el trabajo que realizar de redescubrir (y editar) a compositores olvidados. Ahora solamente cabría añadir un poco más de café expreso a la taza para conseguir la energía suficiente.

Por Àngel Villagrasa Pérez