La obra para piano de Gabriel Erkoreka es indudablemente sólida y este disco, interpretado por el excelente pianista Alfonso Gómez, demuestra una sensibilidad muy especial con el instrumento. La música de Erkoreka se sustenta en un discurso que tensiona las contradicciones para encontrar una poética muy específica y personal. El aspecto contextual (entendido en este caso como lugar geográfico, junto a su correspondiente cultura, desde el que lógicamente se expresa el autor) tiene también un peso notable en su música. Cierto es que casi todos los autores vascos actuales son permeables a diferentes estadios conceptuales o específicamente musicales que tienen origen en su tierra.
En el caso de Erkoreka, esta pertenencia también parece emerger —consciente o no del todo— en piezas donde no hay una evidencia explicitada en el título o en la idea sobre la que se sustenta. No se trata tanto de observar elementos concretos, sino de una forma de elaboración —de articulación, si se quiere, entendida esta desde una concepción amplia— que nos sitúa en un contraste entre el momento más duro y otro más poético —o que casi roza el silencio—, como sucede en el primero de los ciclos, Nubes I y II. Esta forma, que poco tiene que ver con un esquema ‘tradicional» de dialécticas, nos conduce por un trayecto que apela tanto a un tratamiento preocupado por lo tímbrico, como a un transcurrir formal que nos va llevando de un espacio a otro de forma fluida y coherente.
En las Ballades, dedicadas cada una de las cuatro a un compositor del siglo XX (Boulez, Varèse, Messiaen, Grisey), Erkoreka se sumerge en cada uno de esos mundos para extraer una visión muy personal, donde quizá destaca la dedicada a Grisey, por su intenso trabajo sobre la conformación sonora. Las referencias al mundo vasco no dejan de sorprender en Dos Zortzikos, no tanto por su vínculo con lo tradicional del ritmo sino por su tratamiento. Con un comienzo que expresa claramente lo rítmico, la continuación rompe la estructura para sumergirnos en un mundo muy diferente. Volvemos aquí a lo que ya hemos mencionado: esa forma donde lo poético y una violencia contrapuesta da sentido a una manera de pensar muy propia.
Por Sergio Blardony
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