Franz Schmidt. Complete Symphonies
Frankfurt Radio Symphony
Paavo Järvi, dirección
Deutsche Grammophon 4838336
Melómano de Oro
Deutsche Grammophon lanza la que sin duda es la más notable y coherente integral de la obra sinfónica de Franz Schmidt (1874-1939) grabada hasta la fecha. Una contribución discográfica que bien puede entenderse como el pago largamente aplazado de la deuda contraída por el sello amarillo con un compositor al nunca consideró dedicarle más espacio en su inmenso catálogo que para el Intermezzo de la ópera Notre Dame, primero con Ferdinand Leitner (DG, 1955) y en la década siguiente con Herbert von Karajan (DG, 1967), en sendos popurrís de oberturas y preludios operísticos. Porque sinfonías, ninguna. El escaso interés del director salzburgués por la obra sinfónica de Schmidt podría deberse, según cierto rumor, al enconado rencor que le inspiraba el otrora ex rector del Conservatorio de Viena, reconocido tras el Anschluss (anexión) de Austria al Reich alemán en 1938 como ‘el compositor vivo más importante de Ostmark’ (‘Provincia del Este’, como pasara a denominarse la patria natal de Hitler tras la anexión), que llegó a decirle con total franqueza a él, Von Karajan, poco relevante aún en el panorama musical germano, que le veía un escaso porvenir como director de orquesta. Ignoro si por entonces eran ya los dos miembros del NSDAP, o solamente Karajan, que en su frenético afán por medrar rápido y a toda costa llegó a afiliarse al Partido en dos ocasiones. La afiliación de Schmidt al nazismo, como reconocieron con posterioridad a su muerte amigos y músicos judíos a los que nunca dejaría de tratar, como Hans Keller y Oskar Adler, pareció deberse más a la ingenuidad política del compositor que a una sintonía plenamente consciente con el ideario nacionalsocialista. Quizá la mejor prueba de ello sea que nunca terminara de componer la cantata conmemorativa del Anschluss: Deutsche Auferstehung (Resurrección Alemana) que le encargaron las autoridades nazis de Viena; y no porque su deteriorada salud se lo impidiera, sino porque la dejó a un lado prefiriendo concentrar sus fuerzas en componer la que sería su última obra acabada, el Quinteto para piano, clarinete y trío de cuerdas en La mayor dedicado al célebre pianista manco Paul Wittgenstein, quien pese a pertenecer a una familia convertida al cristianismo dos generaciones antes, seguía siendo considerado judío por las infames Leyes de Núremberg.
Antes de las presentes grabaciones de Paavo Järvi, detallista e inspirado, y una indiscutiblemente poderosa, brillante Frankfurt Radio Symphony, los amantes del sinfonismo de este genio olvidado debían por fuerza acudir a los ásperos y poco esmerados brochazos sonoros del Järvi padre con la Detroit Symphony Orchestra (Sinfonías Primera y Cuarta) y Chicago Symphony Orchestra (Sinfonías Segunda y Tercera), registrados entre los años 1989 y 1996 por Chandos Records; y las aceptables, pero contenidas y en ocasiones demasiado frías interpretaciones de Vassily Sinaisky al frente de la Malmö Symphony Orchestra (Naxos, 2007-2009). Esto en cuanto a integrales, porque sinfonías sueltas, si bien no de todas, de la Cuarta en particular abundan las grabaciones, entre las que continúa destacando la cálida y conmovedora interpretación de Zubin Mehta con la Wiener Philharmoniker (Decca, 1973).
La Sinfonía núm. 4 en Do mayor de 1933 es, en efecto, la más célebre del ciclo sinfónico de Schmidt; la más tristemente célebre podría decirse, ya que el compositor concibió la obra como un réquiem a la memoria de Emma, su única hija, fallecida un año antes debido a una sepsis posparto. Es también su composición más personal e introspectiva, donde la influencia de todos los compositores presentes en su particular estilo, todas las voces que sin apagar la suya propia se suman por momentos a su voz (Wagner, Brahms, Mahler —director de la Wiener Philharmoniker cuando él fue violonchelo principal—, Strauss y sobre todo Bruckner —maestro de contrapunto durante los años de formación—), se reúnen una vez más, la última, para dar aliento a esta gran forma que no vuelve la mirada nostálgica al pasado, como sucede con tantos compositores posrománticos, sino que mira con serenidad hacia delante, al mundo que ya nunca será.
Por Alejandro Santini Dupeyrón
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