François Couperin: Les Nations
Hespèrion XX
Monica Huggett y Chiara Banchini, violines
Stephen Preston, flauta
Michel Henry y Ku Ebbinge, oboes
Claude Wassmer, fagot
Ton Koopman, clave
Hopkinson Smith, tiorba
Jordi Savall, viola da gamba y dirección
Alia Vox AVSA9928
«La primera sonade de este libro fue también la primera que compuse y la primera que fue escrita en Francia. Su historia es singular; prendado por las sonatas del signor Corelli, cuyas obras admiraré mientras viva, así como por las obras francesas del señor de Lulli, me arriesgué a componer yo una […]. Conociendo la avidez de los franceses por las novedades extranjeras de todos los campos, fingí que un pariente que tengo en la corte del rey de Cerdeña me había enviado una sonade de un autor italiano. Modifiqué las letras de mi nombre para formar un nombre italiano y la sonade fue devorada fervorosamente».
Así presenta Couperin Les Nations (1726), cuatro conciertos formados por una sonata en trío a la italiana y una suite francesa. Estas cuatro obras fueron compuestas de manera disgregada desde 1690 y publicadas con otros títulos, cambiando a La Françoise, L’Espagnole, L’Imperiale y La Piémontese para reunirse y darse a la estampa. De hecho, las sonatas en trío que preceden a cada suite son algunas de las obras más antiguas de Couperin, quien supo enlazar magistralmente ese material previo con las piezas de danza. Hijo y sobrino de organistas y maestros de capilla, Couperin fue uno de los músicos preponderantes en la Francia del último Barroco, accediendo a un puesto de maestro con 24 años y llegando a servir en la capilla del muy melómano y músico rey Luis XIV.
Este doble compacto que tenemos entre manos no es sino la reedición de un proyecto determinante en la producción de Savall: la grabación integral de Les Nations, llevada a cabo en 1983 y embrión de su prestigioso conjunto Le Concert des Nations. Aquella grabación cumple ahora treinta y cinco años y se ofrece con unas profusas notas al programa del propio Savall, adornadas con reproducciones de los manuscritos de Couperin y algunas fotografías de unos jovencísimos Hopkinson Smith, Ton Koopman y compañía, retratados en conciertos y grabaciones de aquellos años. Es una bella casualidad: las primeras obras del maestro Couperin, en las que saltan a la vista su inocencia, talento, carácter y sólida formación, sirven de programa para un floreciente ensemble que, pese a que se sentara sobre pilares macizos, daba los primeros pasos de una carrera que nos ha traído no pocas alegrías.
Por Pablo F. Cantalapiedra
Deja una respuesta