Firenze 1350. Un jardín médiéval florentin
Sollazzo Ensemble
Anna Danilevskaia, dirección
Ambronay Éditions AMY055
De entre los grupos de nueva generación dedicados a la música medieval, Sollazzo es uno de los que más reconocimiento goza en la actualidad. Formado en Basilea en 2014, han sido beneficiarios del programa Eeemerging, han ganado la York Early Music International Young Artists Competition, y sus miembros han demostrado, tanto en sus conciertos como en colaboraciones con otros conjuntos de primer nivel, un increíble talento y creatividad.
Su tercer disco, editado a través del sello de Eeemerging, Ambronay, se centra en la Florencia de finales del siglo XIV, con Francesco Landini y otros autores florentinos como protagonistas. Las diecisiete piezas escogidas son una buena representación de la canción italiana en el germen del Humanismo, con constantes referencias a la mitología clásica y al amor, con la participación sacra de tres Benedicamus Domino: uno de Paolo da Firenze y dos anónimos. De Paolo es también el motete que abre el disco, Godi Firenze, que celebra la victoria de la ciudad sobre Pisa en 1406, que transmite a través de sus líneas melódicas la euforia y el éxtasis del bando triunfante.
Si bien las premisas del disco podrían hacerlo parecer monótono, nada más lejos de la realidad: Danilevskaia ha sabido alternar magistralmente momentos de virtuosismo explosivo (ejemplo de ello es Ay schonsolato, de Vincenzo da Rimini, y sus vertiginosas agilidades típicas del Trecento), o de un lirismo más íntimo (como la lauda mariana Creata fusti, de Landini), con pasajes instrumentales de gran creatividad que nos hacen pensar en la huella que Mala Punica ha dejado en el pensamiento musical de estos increíbles músicos. El único ‘pero’ que se les puede reprochar viene también de sus anteriores discos: poco estudio de la música ficta. Por lo demás, este auténtico dream team está preparado para seguir brindándonos grabaciones de la mayor calidad del repertorio tardomedieval, y tomar el legado de la generación de sus maestros para llevarlo a su propia sensibilidad en el siglo XXI.
Por Pablo F. Cantalapiedra
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