Fight for Light. Works for Piano, Mallets & Orchestra
Jesse Passenier, compositor
ADDA·Simfònica
Josep Vicent, director
Kari Ikonen, piano
Vincent Houdijk, vibráfono y marimba
Navona Records NV6459
Melómano de Oro
Son muchos los compositores que, en las últimas décadas, y más incesantemente en los últimos años, muestran una visión de la composición de concierto actual (la que se mal llama ‘música contemporánea’) basada en la vuelta a la luz; casi como si se tratase de una nueva trilogía de Star Wars y su cometido, el nuestro, fuese el de vencer a la oscuridad. Y no lejos de la realidad es verdad que en ocasiones puede resultar exagerado; la música de concierto actual se ha desarrollado, en los últimos tiempos, por muchos caminos diferentes que dan respuesta a las inquietudes de aquellos que buscan, y considerar a algunos como ‘el lado oscuro’ es, seguramente, de necios. Pero si el río suena, agua lleva.
Vivimos un momento en el que las nuevas generaciones de compositores sienten la necesidad de abrirse a algo nuevo, y si hacemos caso a este sentimiento genuino, que surge en la mayoría de los casos dentro del estudio profundo de nuestra tradición (a veces llamado cuevas o conservatorios), podremos llegar a la conclusión de que hay algo que, de una u otra manera, les impide ser. Como si hubiese un dentro y un fuera: un sitio que respondiese a la verdad y fuera, en el mundo real, una verdad diferente.
Fight for Light es como Jesse Passenier ha bautizado a esa necesidad por transmitir que la música de concierto actual tiene algo que decir en nuestras vidas. Y es una forma maravillosa de expresarlo, partiendo del título ‘La lucha por la luz’ y culminando con su primer concierto para piano en tres movimientos, Levensdrift, y su primer concierto para vibráfono y marimba, en cuatro movimientos, Becoming the Colour. Porque es curioso, pero suele ir de la mano ese sentimiento de querer salir, expandirse, acabar con la oscuridad irradiando luz, con la necesidad de transmitir al mundo que eso que hacemos responde a una llamada de hoy, de este siglo, de este momento concreto y no del pasado; con la necesidad de demostrar que lo que nos rodea nos afecta y que queremos afectar a quienes nos rodean, dejando a un lado la creencia de que cuantos menos seamos, mejor. Porque quien tiene luz quiere iluminar.
En este disco vais a poder encontrar una música sinfónica que, en palabras de su autor, aúna por un lado la tradición del sinfonismo virtuoso de los conciertos de instrumento solista con la armonía, ritmo, improvisación y acompañamiento propios del jazz.
Levensdrift es un muestrario, habilidosamente construido, de texturas orquestales y combinaciones tímbricas, donde predominan (sobre todo en su segundo y tercer movimientos) los momentos de improvisación de piano, indudablemente jazzísticos, acompañados de una orquesta muy tímbrica que trata de resaltar sus intervenciones a través de pequeños fugados, melodías a tutti, secuencias de acordes expandidos provenientes de una armonía de jazz y mucha percusión, que adquiere un papel fundamental tanto temático como de acompañamiento, encontrando momentos de swing con un hi-hat (charles) y los contrabajos a pizzicato, o un auténtico caos con una base incesante de bongos, plato y caja mientras la orquesta juega con contestaciones melódicas por grupos de instrumentos a unísono sobre un bajo firme.
En Becoming the Colour da la sensación de que Jesse Passenier se ve abrumado, en el buen sentido, por el vibráfono y sus posibilidades. De cuatro movimientos, en tres es el instrumento elegido. Pero lo verdaderamente revelador está en los primeros compases del primer movimiento: cómo Passenier trata de imitar la sonoridad de las notas tenidas del vibráfono que, una tras otra, van creando un acorde y una suma de armónicos realmente característica. Lo hace a través de ataques a pizzicato de las cuerdas que dan lugar a notas tenidas en los vientos metal, como las baquetas que percuten sobre las láminas y que, con el pedal pisado, generan resonancia de estas y de las aledañas. Este concierto es la reiterada intención de expandir el sonido del vibráfono a la orquesta, y de un concepto heterofónico de la textura, donde en numerosas ocasiones la melodía del vibráfono va generando escapadas autónomas de ciertos instrumentos, que se desarrollan en otras líneas melódicas (o como armonías tenidas) pero que parten del vibráfono.
Este disco es una envidiable forma de mostrar cómo la música de concierto actual, y más concretamente los conciertos de instrumentos solistas, puede y tiene que iluminar nuestro panorama musical, partiendo de nosotros mismos, la tradición orquestal, y expandiéndose al resto, pero no de manera destructiva sino acogiendo lo que ya hay y transformándolo a nuestro lenguaje. Gracias Jesse, ADDA·Simfònica, Josep Vicent, Kari Ikonen y Vicent Houdijk.
Por Pablo de Diego
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