Reseña | Fernando Palatín: Spanish Violin Virtuoso

Una vez más, el sello Ibs Classical no deja de sorprendernos apostando por repertorios menos conocidos por el público e interpretados por excelentes músicos. En esta ocasión el violinista Rafael Muñoz-Torrero y el pianista Julio Moguer dedican un monográfico a la figura del músico y virtuoso sevillano Fernando Palatín. Nacido en 1852, Palatín, que procedía de una familia de músicos, pronto comenzó a destacar tocando el violín, llegando a convertirse en un virtuoso de este instrumento. Ofreció conciertos como violinista y director por toda Europa y fue laureado en numerosas ocasiones. En su tiempo fue comparado con Sarasate y Monasterio. A partir de su investigación para la tesis doctoral, Rafael Muñoz-Torrero ha recuperado veintinueve piezas para violín y piano de las que podemos escuchar catorce en este disco. La música de Palatín se caracteriza por ser muy expresiva, con largas líneas melódicas de marcado carácter romántico y llenas de frescura. Los títulos de las piezas son muy sugerentes: «Adiós al Alcázar», «Andaluza», «Meditación» o «La Maja coqueta» constituyen algunos ejemplos. Su música tiene reminiscencias de otros compositores como es el caso de Schumann en «Floresta» o la alusión a Bizet en la «Fantasía de Carmen» y su habanera. También hace uso de elementos del folclore español como en la «Andaluza» antes mencionada o la «Fantasía española», donde claramente aparece la jota aragonesa, «El Vito», así como diferentes temas populares de la Península Ibérica. Las piezas muestran un cuidado equilibrio entre lirismo y virtuosismo, siempre buscando un término medio y evitando los excesos. El diálogo entre el violín y el piano es muy fluido, con una concertación más que perfecta por parte de los dos músicos. El piano acompaña con gran delicadeza mientras el violín obtiene un sonido puro y una articulación muy clara, mostrando su expresividad y su virtuosismo. Estoy seguro de que el oyente disfrutará de un disco lleno de magia interpretado con muy buen gusto. ¡Bravo!

Por Francisco J. Balsera