Suelo escribir estas reseñas de noche porque es cuando el mundo normalmente para y nos deja escuchar con un tiempo silente que se antoja libre y eterno. Entreson ha llegado a mis oídos en una noche lluviosa de invierno, perfectamente retratada en la primera obra del disco: una cortina de lluvia quieta que palpita violencia, un inevitable trueno desgarrador y un coral hipnótico que nos mece entre lo real y lo onírico.
Entreson hace alusión a una palabra valenciana que evoca el instante que sucede entre la vigilia y el sueño. La guitarrista y compositora valenciana Ana Ferrer Fornes pasea nuestros sentidos por todas las fases que discurren entre el sufrimiento delirante y lo mágico del insomnio. A través de las diez piezas originales que dibujan este álbum, podemos escuchar nuestro propio ostinato obsesivo, las carcomas de la moral, las cávalas del intelecto y la magnitud inquieta de nuestros sueños más deseados.
Esta complejidad y variedad de sensaciones no sería posible de advertir sin la sensibilidad exquisita del estilo compositivo e interpretativo de Ana. Y sí, en este caso es imposible separa su composición de su interpretación. Sus obras traen reminiscencias de las armonías de Mompou, la huella de las sonoridades rítmicas de Vicente Asencio y una atmósfera personal muy especial. La creación sonora de Ana Ferrer discurre como una línea libre que redacta en el tiempo las ideas que quiere transmitirnos. Ideas para las que crea un sonido exacto que completa su significado.
Entreson, además, está planteado como un concierto escenificado junto a la actriz Cecilia T. Palafox. Como disco, hay que escucharlo muchas noches. Cada escucha nos propone una sutileza diferente hacia la que mirar. Sin embargo, os sugiero que escuchéis con mucha atención el comienzo de la pista 6, Tregua. Después de la desazón del tema que da nombre al disco, Tregua invita al acuerdo de paz que tal vez por agotamiento nos concedemos a nosotros mismos en medio del insomnio y en el que aprovechamos para soñar despiertos con eso que nos hace sonreír en mitad de una noche lluviosa de invierno.
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