En honor a su nombre, El fin del silencio reivindica la música para piano de veintiuna compositoras latinoamericanas, en un puente pianístico, colorido y virtuosístico que Antonio Oyarzabal construye con sus manos entre Latinoamérica y Europa, a través de los viajes de las protagonistas de este disco, a un lado y otro del Atlántico.
Comenzamos con la nostálgica Evocación criolla, la primera pieza de Recuerdos de mi tierra de Lía Cimaglia. Le sigue el Nocturno opus 13 de Cecilia Arizti, que bebe de una clara influencia chopiniana. Después nos encontramos a Adelaide Pereira Da Silva y su evocadora Valsa-Chôro núm. 1. De María Luisa Sepúlveda podemos escuchar la obra Dos Trozos, característica por sus brillantes onomatopeyas musicales. Gracias a Alicia Terzian y Lita Spena viajamos a Argentina, en una doble parada divertida y saltarina: los Juegos para Diana de la primera y los preludios Niebla y Benteveo de la segunda. De Carmela Mackenna, Oyarzabal realiza una fantástica interpretación de su preludio Calme et expressif (Ruhig). Después, la primera pieza de Evoluciones de Rocío Sanz Quirós se presenta de repente, seguida de la cuarta: Moderato, Vals. La calma de Días de lluvia de Graciela Agudelo hace un precioso contraste con la mazurca Recuerdo de los Andes, de Modesta Sanginés, a la que sigue Trujillo mío de Rosa Mercedes Ayarza, que musicaliza una loa de la ciudad peruana homónima. En otro majestuoso cambio de carácter en manos de Oyarzabal, la segunda pieza de Scrabiniana de Rosa Guraieb. De María Teresa Prieto presenta la tranquila Escena de niños, que precede a las brevísimas pinceladas de Cinco Peças sobre Mucama Bonita de Kilza Setti (Brasil). Continuamos viajando, en esta ocasión en el tiempo, gracias a De mi infancia de Isabel Aretz. La evocadora interpretación del pianista se vuelve más relajada para terminar el disco, comenzando por dos obras encandiladoras: el vals Noche de luna en Altamira de María Luisa Escobar y Le sommeil de l’enfant de Teresa Carreño. Les siguen dos piezas de las Trois morceaux pour piano de Teresita Carreño-Tagliapietra y el suave balanceo de la nana Feche os olhinhos, que o soninho vem… de Clarisse Leite. Hablando de finales, tras las Variaciones para piano de Modesa Bor, El fin del silencio termina sonando por todo lo alto, con Saudade de Chiquinha Gonzaga.
Por Marina E. Junquera
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