Título: El chico y la garza
Director: Hayao Miyazaki
Compositor: Joe Hisaishi
El chico y la garza: un viaje musical de autodescubrimiento
El chico y la garza es la última película del director Hayao Miyazaki, y del aclamado Studio Ghibli, autores de grandes obras de arte como El viaje de Chihiro, Mi vecino Tororo o La princesa Mononoke. De la banda sonora se ha ocupado el pianista, compositor y director de orquesta Joe Hisaishi, quien se ha convertido en el compositor habitual de las bandas sonoras de las películas del Studio Ghibli, siendo el autor de algunas de las piezas musicales más queridas y memorables en el cine de animación.
Tras perder a su madre en un incendio provocado por los altercados propios de la Segunda Guerra Mundial, Mahito Maki se muda al campo junto a su padre, y su nueva madrastra, hermana de su madre fallecida. En pleno cambio, y con el dolor del duelo, Mahito se encuentra con una garza real que lo va a llevar hacia un mundo plagado de paisajes surrealistas. Comienza así una aventura que, para Mahito, va a suponer una confrontación con sus miedos, y un viaje de autodescubrimiento y redención.
Un puente entre lo clásico y lo minimalista
El estilo particular de Hisaishi realza los mundos imaginarios, oníricos y surrealistas de las películas de animación de Miyazaki. En este caso, nos encontramos con una partitura en la que destaca la orquestación, que mezcla lo tradicional con lo etéreo. Las cuerdas, en ocasiones tocadas en extremos, y los vientos-maderas, suponen un contraste entre la calidez y la tensión, reflejando el paisaje bucólico en el que se encuentra el protagonista, y, al mismo tiempo, el conflicto interno al que se enfrenta. Las influencias clásicas de Hisaishi salen a la luz en este trabajo en el que también aparecen claros destellos de la música minimalista.
La aparición de la percusión retrata los momentos dramáticos con una intensidad oscura. Del mismo modo, el empleo de sintetizadores en las escenas en las que Mahito viaja al mundo surrealista, añaden una atmósfera de misterio y enmarca visualmente las escenas.
Un leitmotiv simple pero efectivo
Los temas melódicos empleados por Hisaishi para esta película están dirigidos a enfatizar los cambios emocionales del protagonista. Es recurrente en Miyazaki la intención de plasmar en sus películas los ciclos de vida y muerte, y estos se ven recalcados en la composición de la banda sonora. La sugerente fragilidad se realiza mediante la sutileza del piano, ofreciendo un leitmotiv de tan solo tres notas para el personaje de la garza. Tres notas que remarcan la sutileza de sus movimientos, la fragilidad en sus largas y delgadas patas, y un toque de misteriosa maldad en su mirada. Sublime.
El tema principal, de la película, interpretado a piano, se basa en una melodía pegadiza y melancólica, que va evolucionando a lo largo de la película por medio de su repetición. A pesar de ser una melodía sencilla, se interpreta con diferentes variaciones, conecta con varias escenas y supone un recuerdo constante de la guerra que lleva Mahito en su interior. Por ello, la evolución cambiante y progresiva de este tema es un paralelismo con la propia evolución personal del protagonista, reforzando así la idea de crecimiento espiritual. Por otro lado, los temas musicales de tonos menores y lentos que realzan la melancolía y nostalgia, sugieren una vulnerabilidad latente en el personaje principal y resaltan la sensación de pérdida y ausencia de una madre que ha sido querida y a la que Mahito echa de menos.
Silencios, pausas y poca música
Cabe recalcar que esta es la película del Studio Gihbli en la que la presencia de la música es la más escasa pero no por ello menos relevante. Esta escasez de música, el empleo de silencios o los abruptos cortes musicales permiten una reflexión al espectador. En ocasiones supone un refuerzo en el dramatismo, y en otras, un respiro en el aspecto emocional, con lo que se consigue evitar que la película quede sensiblera.
Los adeptos a Miyazaki ya sabrán que este empleo del silencio es habitual en sus películas. La pausa musical en sus animaciones no solo supone un aumento de la tensión visual, sino que además ofrece un peso emocional al protagonista, acentuando su introspección personal.
Toda esta combinación crea una ambientación musical hipnótica en la que lo tangible y lo místico se fusionan, logrando una atmósfera que absorbe al espectador y le transporta al mundo desconocido del filme por medio de una experiencia sonora. Es como si cada pieza de esta banda sonora estuviera específicamente diseñada para integrar al espectador en lo onírico de este universo. Hisaishi demuestra así una habilidad única para la creación de paisajes sonoros sencillos que han elevado el cine de animación a una experiencia estética.
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