DMITRI SHOSTAKOVICH
Sinfonías núms. 4 y 11
Boston Symphony Orchestra
Andris Nelsons, director
Deutsche Grammophon 0289 483 5220 3
Melómano de Oro
Continúan Nelsons y la Sinfónica de Boston ofreciendo su premiado ciclo de las sinfonías de Shostakóvich, en esta ocasión la 4ª y la 11ª. La Sinfonía núm. 4, aunque concluida en 1936, no fue estrenada hasta 1961, precisamente por esta misma orquesta. Es de destacar que el violinista V.Uritsky, miembro de la actual orquesta, participó en su estreno bajo las órdenes de K. Kondrashin. Desde los primeros compases del primer movimiento advertimos que Nelsons brinda una festividad rítmica. Mientras Kondrashin presenta un primer movimiento misterioso,cuyo inicio recuerda al delA.Nevski de Prokófiev, el letónmuestra una música menos enigmática,ajena también al temor que Kondrashintransmite en la marcha militar del primer movimiento. Nelsons, para quien «Shostakóvich es el Mozart ruso», revela una ligereza sorprendente en Shostakóvich. A esto ayudan los vientos de la Sinfónica de Boston, que parecen mucho más transparentes, dulces (¿influencia de Pierre Monteaux?). El control y el dominio de Nelsons para ofrecer esta portentosa mezcla de perfecto ritmo y ligereza, convierten a Shostakóvich en un espectáculo sin par. El Presto no puede ser más rico en contrastes dinámicos, con un sonido velado, escondido, pero manteniendo una inusitada claridad. No dejen de escuchar el estado alucinado que muestra Nelsons en el diálogo del fagot, el arpa y los violines (min.7-10 del primer movimiento). La marcha fúnebre del Largo es el momento más meditativo. Los pasajes grotescos que siguen a la marcha fúnebre, de indiscutible acento mahleriano, son más vivos enNelsons que en otros directores.
Todo el primer movimiento de la Sinfonía núm. 11(«El año 1905») está envuelto en una atmósfera nebulosa y alucinada, en la que el letón deja ver su lado más profundo, pintando una conmovedora mezcla de apego a la tierra y profunda religiosidad, atmósfera rota por la masacre de los ejércitos zaristas, el llamado «domingo sangriento», tratado en el último movimiento. La furia con la que la orquesta rompe esta atmósfera de calmallega a ser aterradora.
Creo que estamos ante un Shostakóvich nuevo y, en cualquier caso, ante un espectáculo musical de primer orden.
Por: Antonio Ríos
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