Vivimos un mundo de narrativas. Unas veces bien contadas y otras, no tan bien. Cualquier programa, sea de concierto o de un disco, necesita construir una historia que le dé soporte, que se proyecte —lo más lúcidamente posible— desde el interior hacia el público. De profundis es una propuesta de la experimentada y excepcional saxofonista Xelo Giner que cumple esta premisa. Si bien plantear, en un único disco, una historia del saxofón, sea una tarea imposible, no es utópico que la selección —aunque siempre parcial— responda a unos vínculos que vayan interconectando las piezas, como indica Ismael G. Cabral en las notas del disco. El proyecto nace con la relación directa que Xelo Giner mantiene en 2018 con György Kurtág, que da lugar a la transcripción de Signs, Games and Messages (1997-2001), un conjunto de miniaturas que la saxofonista coloca estratégicamente al inicio y mitad del programa, siempre seguidas de sendas obras de Stockhausen: InFreundschaft (1977) y Saxophon, pieza que forma parte del acto I de su ópera Dienstag aus Licht. Después, Giner introduce obras mucho más actuales, empezando por una de las que se han convertido en referencia del saxofón barítono actual con electrónica Chymisch (2005), de Hèctor Parra, y siguiendo por De profundis (200-2013), de Simon Steen-Andersen. Finalmente, la saxofonista valenciana recurre a dos excelentes compositores, muy cercanos a ella y que entiende a la perfección: Carlos David Perales con Theatrique (2009) y Miguel Ángel Berbis con Juana la Loca (2016). Así, nos encontramos con una narrativa que nos conduce desde lo más público —lo que ya ha obtenido un reconocimiento generalizado— a lo más íntimo, a lo particular. Un disco programado de una forma —aquí el orden en el programa es esencial— donde ya no prima la vecindad estética entre las obras sino el observar cómo el instrumento (la familia instrumental) va adoptando distintas formas y los creadores van descubriendo mundos que hacen que los lenguajes vayan transformándose.
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