De los sones e de los instrvmentos
Aqvel Trovar
Fono Ruz CDF-2930
★★★★
Con agradecida intención divulgativa, Aqvel Trovar nos sumerge en plena Europa medieval para recrear el paisaje musical de una época más contemplativa y menos ruidosa que la nuestra. La formación, que bebe de la experiencia de cinco siglos, presenta su quinto disco siguiendo la estela de su personal estilo, que ya ha sido merecedor del Premio Gema del Público en dos ocasiones. Una ‘cultura de imágenes y de audición’ es lo que nos presentan estos tres cordobeses en esta nueva incursión al Ars nova, con un surtido de obras instrumentales, bien variadas, que oscilan entre el son, la danza, y otros géneros, como es habitual, muchas de ellas anónimas. Porque la música en aquella época no se concebía de la misma manera, sino que trataba de servir a un fin más elevado y, al mismo tiempo, ser una expresión artística humilde y pura. Entre la mundana, humana, y artificial, las músicas profanas adornaban la dura cotidianidad entre el resonar de campanas, que regían los horarios y los calendarios de aquellas gentes, tal como comenta el historiador Johan Huizinga. El presente trabajo es un nuevo ejemplo de la particularidad que supone ser un intérprete de música medieval, algo que vale la pena recordar; una especialidad que requiere un perfecto equilibrio entre creatividad, imaginación y destreza. Lo primero, por la escasez de música escrita, ya que la transmisión oral y práctica era la principal costumbre, y lo segundo, por tratarse de instrumentos ‘raros’ y delicados. En las manos de Aqvel Trovar destacan las melodías seseantes de Antonio Torralba, intuitivo en las flautas y otros instrumentos de viento, como en Ce fut en mai de Moniot d’Arras (1213-1239) o en Abbonda de virtù de Francesco Landini (1325-1397). José Ignacio Fernández deja un buen registro en la cítola y otras cuerdas pulsadas, especialmente en el capítulo dedicado a Machaut. En definitiva, el trío firma un bellísimo e inspirado documental sonoro que garantiza el disfrute del oído de aquellos que quieran adentrarse en el mundo de los trovadores (y trobairitz).
Por Carlos García Reche
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