Cristal Bello
Alicia Amo, soprano
La Guirlande
Luis Martínez Pueyo, director
Vanitas Música VA-16
El pasado número de octubre Melómano acogía en portada a uno de los actores más destacados del panorama de la música antigua, La Guirlande, conjunto fundado por el flautista Luis Martínez Pueyo, cuya versatilidad y esmerado compromiso historicista le han valido importantes prestigios. Su apuesta por la reivindicación del patrimonio musical hispánico supone un vitamínico refuerzo joven de un sector a menudo acaparado por grandes nombres.
Un cierto paralelismo se dio en los compositores barrocos, donde el tiempo inmisericorde olvidó, a menudo, otros compositores ‘menores’ aunque de gran maestría y nivel. En esta línea encontramos en Cristal Bello un repertorio multigénero de obras vocales e instrumentales de compositores nacidos en torno a 1700. Ignacio de Jerusalem, Jaime Casellas, Francisco Hernández Illana son algunos autores que figuran en el menú, sin olvidar a José de Nebra o Pietro A. Locatelli. Se agradece la presentación y un nutrido librillo con traducciones ideal para ávidos de historia.
En la primera obra, Cristal Bello, apreciamos una coloratura muy bien desarrollada en los melismas, una agradable vocalización, y ornamentación repleta de fantasía. Una gran teatralidad puede apreciarse a lo largo de la tercera obra, Inmenso amor, de Jaime Casellas, donde Alicia alardea entre el recitativo y el arioso, muy cómoda en ambos modos. El afelpado continuo, muy atento a las dinámicas, tempo y pausas, destaca en el Allegro de la pista 7. La perla vocal la hallamos en la vivaldiana aria de Illana, Erizada la noche, donde se registran legatos de gran calidez ante una feroz tormenta. En Sígueme Pastor, un bello dueto entre soprano y flauta sella una ejecución dulce, compenetrada y sin fisuras. Boronat al teclado reluce por ejemplo en la Sonata de 8º tono de Nebra, impoluto en la articulación y en adornos. Destaca el continuo en los movimientos rápidos de la Sonata en Sol menor para flauta núm. 6, para deleite de Martínez, y en los tempos lentos de Versos de segundo tono, donde se aprecia una respiración conjunta muy adecuada a la retórica musical. En resumen, calidad y poco a cuestionar en un disco que roza la excelencia y que, además, supone un soplo de aire fresco para el patrimonio musical español.
Por Carlos García Reche
Deja una respuesta