Charles Ives. Complete Symphonies
Los Angeles Philharmonic
Gustavo Dudamel, director
Deutsche Grammophon 40045718
Hace ya tiempo que es habitual incluir a Charles Ives (1874-1954) entre los principales compositores nacionalistas de la segunda ola, junto a Bela Bartók e Igor Stravinski, de quienes fue coetáneo. Un motivo de que no ocurriera así tiene que ver con el hecho de que el norteamericano, pese a tener una sólida formación musical adquirida en Yale, no fue lo que se entiende como músico profesional. Ives se dedicó a la venta de seguros, creando su propia agencia, Ives & Co., luego Ives & Myrick, con la que haría fortuna. Sus obras surgieron en el tiempo libre y no se conocieron hasta mucho después de haber sido creadas (segundo motivo de exclusión). La Primera Sinfonía, por ejemplo, en la que trabajaría entre 1898 y 1908, permaneció incompleta hasta 1953; la Segunda (1897-1901) fue estrenada por Leonard Bernstein y la New York Philharmonic en 1951; la Tercera, ‘The Camp Meeting’ (1908-1910), se estrenó en 1947; la Cuarta (1910-1916) se conoció en 1965, muerto el compositor una década atrás. Las revisiones periódicas a las que Ives sometía su producción refutan de facto la originalidad de algunos hallazgos revolucionarios que han querido atribuírsele.
Para Gustavo Dudamel, que acomete con brillantez la primera integral sinfónica de Ives del sello amarillo, esta obras ‘revelan el corazón de un hombre lleno de ideas que intentaba crear algo único’. Con anterioridad al venezolano, en el catálogo de DG figuraban tan solo las sinfonías Cuarta (Ozawa con la Boston Symphony, 1974), Segunda (Bernstein y New York, 1990) y Tercera (Orpheus Chamber, 1994). Los Angeles Philharmonic aporta a esta integral su depurada calidez sonora, la tersura de una cuerda en luminosa conjunción con maderas y metales en los momentos más posrománticos del ciclo (los adagios de la Primera y Segunda parecen inspirados por una dicha embriagadora). Pero Los Angeles también aporta una soberbia agresividad tímbrica, la caótica y abigarrada polirritmia que consigue estremecernos en la Cuarta, donde metales y percusión alcanzan niveles de estridencia, antes de que una última intervención coral, como lejana plegaria, conduzca a la serenidad y al silencio.
Por Alejandro Santini Dupeyrón
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