El brasileño Heitor Villa-Lobos escribió un ciclo de Cinco preludios para guitarra. En ellos se puede ver el sincretismo entre las músicas populares brasileñas como el ritmo de choro, y las características armónicas europeas, si el tercero es un homenaje a Bach el quinto evoca los valses de la alta aristocracia.
Si estas obras son sobradamente conocidas por cualquier estudiante de guitarra, la de Leo Brouwer es una obra en tres movimientos que no falta en los programas de los más destacados concertistas. En ella se combinan los ritmos africanos heredados por el pueblo cubano con reminiscencias de Beethoven, Scriabin y Pasquini.
El sonido de Stéphane es desenfadado y de mucha claridad, un optimismo trasladado a una música marcada por el ritmo de danza y el carácter de los distintos rincones de Latinoamérica.
El ‘Porro’de la Suite Colombiana núm. 2 de Gentil Montaña está seguida por las Cuatro estaciones de Astor Piazzolla, arregladas para guitarra por Sergio Assad. La danza caribeña contrasta con el homenaje que el compositor argentino hizo a Vivaldi, en el que el contrapunto se amalgama a la perfección con los ritmos de tango. La precisión de Stéphane permite que podamos discernir sin dificultad cada motivo y muestra una gran coherencia en el fraseo, con lo que el discurso musical está logrado de forma magistral.
No podía falta en este viaje la consagrada obra de Agustín Barrios, La Catedral, la cual da lugar al título del disco. Se trata de una obra tripartita cuya profundidad y espiritualidad están llevadas al límite. El compositor paraguayo se inspira en la catedral de Montevideo y en la idea del peregrinaje.
Por Enrique Pastor Morales
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