En nuestros conservatorios, los españoles, debemos seguir poniendo atención a un asunto tan importante como la investigación del repertorio, con un ojo bien puesto a la producción propia, la que han dado de sí los autores nacidos y vinculados con nuestro país. No se trata de un espíritu nacionalista, categoría clasificatoria caduca hace tiempo, sino de remediar en lo posible la caquexia histórica. La historia, como el camino, se hace al andar, cuando la perspectiva del tiempo permite definir las sendas recorridas. En 1913, Azorín se inventó el término ‘Generación del 98’ recordando un pasado común de hermandad en la ‘preocupación por España’ (afirma Mainer en su Breve historia de la literatura española). Ortega y Gasset da, en El tema de nuestro tiempo, su exacta significación al vocablo cultura como ‘esas funciones vitales —por tanto, hechos subjetivos, intraorgánicos—, que cumplen leyes objetivas que en sí mismas llevan la condición de amoldarse a un régimen transvital’. Ante la imposibilidad de sustituir la vitalidad primaria por la cultura del intelecto abstracto, sino la necesidad de apoyarse en ella y nutrirse de ella, como cada uno de los miembros vive del organismo entero, el término Modernismo (visto como corriente epocal cuyo influjo sale del campo literario para ejercerse en todos los aspectos de la vida —como afirma Diez Canedo—), trata de rescatar la espontaneidad del organismo vital del arte romántico, huyendo del suicidio y anhelando lo íntimo y lo natural, aprehendiendo y comprendiendo la grandeza del hombre y de la naturaleza en el interior de sí, acomodado en el presunto bienestar burgués, invitando a la naturaleza a dormir en casa, quien se apropia de sus formas poniendo en peligro al estatismo. La razón duerme en lecho de hojas mullidas, con palio de tul bajo un tejado añil de estrellas seductoras, cortadas por Margarita, está linda la mar… Un mar de corrientes que en el mundo anglosajón define el movimiento de renovación artística cuyo centro son las llamadas vanguardias históricas, un mar en el que al cruzar el canal de La Mancha, ya en el norte de la ‘África’ que para muchos comienza en los Pirineos, se acuñan términos como art nouveau, jugend stil, simbolismo, decadentismo, Sezession, modern style, etc.,un mar de aguas turbias y revueltas cuya incapacidad para conciliarse con los tremendos cambios del siglo (sobre el ámbito del alma humana, la imagen del átomo, la dinámica de las multitudes, el contenido psíquico de la memoria, la percepción subjetiva del tiempo o la existencia de Dios) se desborda en el estallido de la Gran Guerra, la primera mundial, en 1914.
Los cinco compositores que propone el pianista búlgaro Vesko Stambolov, profesor en el Conservatori del Liceu de Barcelona, nacieron entre 1899 (Pancho Vladigerov) y 1908 (Marin Goleminov) y fallecieron entre los años 1953 (Dimitar Nenov, nacido en 1901) y 2000 (Goleminov, el más longevo, vivió 92 años). En su trayectoria vital, el grupo petima (‘de los cinco’ en búlgaro, si jugamos, como Collet hizo con los seis franceses, a ponerles nombre) ofrece un caleidoscopio estilístico riquísimo desde el vigor de un Stravinski al lirismo de un Liadov o un Turina, con muestras encantadoras de folclore tamizado en un lenguaje muy bien elaborado, musical y pianísticamente. Petimismo (de petima), podríamos llamar a este estilo e inscribirlo en el mar del modernismo.
Damos de nuevo la enhorabuena a la eficacia de Stambolov, que no hace mucho nos regaló una magnífica versión de La consagración de la primavera de Stravinski y Cenicienta de Prokófiev junto a su colega Emill Brugalla, también en Columna Música.Hoy no debemos dejar pasar la ocasión de encontrar esta joya del repertorio búlgaro servido en bandeja de plata por Stambolov, demostrando con solvencia su dominio del instrumento y su atractiva imaginación sonora, pianista procedente de la misma tierra en que nació el gran Alexis Weissemberg (cuya ejemplar valedora e hija María nos dejó recientemente, DEP), y también donde nació y ahora importa docencia uno de los más relevantes pianistas búlgaros, vivos, de su generación, Ludmil Angelov, que dejó Toledo al pasar el conservatorio de la diputación a la junta.
Anoten el nombre de los petima y no dejen de buscar su obra, empezando por escuchar y disfrutar de este disco, por orden cronológico: Pancho Vladigerov (1899-1978), Dimitar Nenov (1901-53), Veselin Stoyanov (1902-69), Lyubomir Pipkov (1904-74) y Marin Goleminov (1908-2000).
Por Antonio Soria
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