Precioso continente y contenido el de este Blanco y Oro de la talentosa violonchelista madrileña Iris Aquinezer. Un álbum sobrio que se presenta como segunda entrega de una trilogía, iniciada con Azul y Jade, en la que retoma la línea argumental del primero, abordando las Suites núms. 3 y 4 para violonchelo de Bach, intercaladas con obras de creación propia en las que se muestra un lenguaje inteligente y sincero. Se puede afirmar que estas obras del genio de Leipzig son la primera gran propuesta de la historia para violonchelo solo y de su pulpa saca Azquinezer el jugo perfecto para servirlo con su particular dulzura, apoyada en una depuradísima técnica. La intérprete comenta que ‘Bach es su autor, el AUTOR’ y que las suites son ‘su casa porque las lleva tocando desde los 9 años’. Y así lo confirma José Ramón Ripoll en el libreto del disco al afirmar ‘…al tocar a Bach, lo hace suyo…’. Se trata de una auténtica pasión que sale a flote en los apasionados contrastes de los Prelude, el ritmo jocoso de la Allemande de la Tercera Suite, el lirismo de las dos Sarabande —momento cumbre del disco—, la alegría de las Bourrée I y II en las que parece invitarnos a que disfrutemos sin rubor de la danza o la atlética sucesión de notas, casi agotadora, de la Gigue de la Cuarta Suite. Es el claro ejemplo de lo que pretende expresar este Blanco y Oro o, lo que es lo mismo, esta ensoñación en forma de diario de juventud y madurez. Y en ese binomio se ensambla el particular homenaje de los pentagramas escritos por Azquinezer para su arco, su mástil… Visiones sedosas y emotivas que se trasladan desde el alma a nuestros sentidos a una velocidad al cuadrado, circulando alrededor de las ‘tonalidades del color’ para llegar al blanco (Do mayor) y el oro (Mi bemol mayor). En ellos penetra con gotas percutidas y sabor dodecafónico (Bereshit), lirismo y femineidad (Tres danzas a la luna) y reminiscencias a la esencia renacentista y al misticismo de Santa Teresa de Jesús que bien podría servirnos, en estos tiempos actuales, para escuchar su ‘Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa…’.
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