Vienna State Opera Orchestra
Royal Philharmonic Orchestra
English Baroque Orchestra
Hermann Schenchen, director
Deutsche Grammophon 4838163
Deutsche Grammphon continúa reeditando el catálogo conservado y hoy en su haber del sello norteamericano Westminster. Se presenta en esta ocasión la primera edición oficial completa del ciclo sinfónico beethoveniano grabado por Hermann Scherchen al frente de las orquestas de la Ópera del Estado de Viena y la Royal Philharmonic entre los años 1951 y 1954. Editadas con remasterizaciones propias de las fuentes originales habían aparecido con anterioridad, en las colecciones Westminster Legacy (DG, 2014) y The art of Hermann Scherchen (DG, 2016), las Sinfonías núms. 2, 3, 4, 6 y 8 junto con La batalla de Vitoriay una sesión de 24 minutos de duración del ensayo de la obra. Novedad, por tanto, en la presente entrega de 8 compactos son las Sinfonías núms. 1, 5, 7 y 9, las oberturas (la ausencia de la Egmont nos priva de disfrutarlas todas) y la Gran Fuga orquestada por Felix Weingartner. Especial interés tiene el octavo compacto, bonus que reúne las sinfonías «Heroica» y «Pastoral» en registro estéreo de 1958 con la Orquesta de la Ópera del Estado de Viena, ejemplos fulgurantes, extremos, del estilo directoral contracorriente, tan denostado entonces, del director berlinés.
El primero en reconocer el nuevo tipo de director que representaba Hermann Scherchen fue sin duda Theodor Adorno («Drei Dirigenten», en Musikblätterdes Ansbruch, 1926): un director comprometido más que ningún otro con la música de su tiempo [a los veinte años sustituyó en la dirección a Schoenberg, enfermo, durante la gira de estreno mundial del Pierrot lunaire], del que celebra la audacia de sus programas para el conservador público de Frankfurt y contrapone a Wilhelm Furtwängler, director que encarna la tradición interpretativa de la escuela romántica alemana y cuyo propósito es perpetuar «el esplendor que la historia confirió a las obras» supliendo cuando fuera preciso, mediante improvisación («fantasía impulsora»), el pathos que en ellas comenzaba a desaparecer. La propuesta interpretativa que postula a Scherchen como disidente en esa tradición se funda, en palabras de Adorno, en el «conocimiento de la actualidad» de la obra, una actualidad derivada del conocimiento histórico. Exponer las obras, sin dejar de interrogarse y sin temor a la reflexión, ciñéndose a lo que en estas existe de manera concreta y aflora en una interpretación libre de la «putrefacción de la individualidad psicologista», es hacerlas actuales.
Al renunciar al modo interpretativo de la tradición romántica, comienza la preocupación de Scherchen por las intenciones originales del compositor. La cuestión del tempo en las sinfonías de Beethoven está entre las primeras a dirimir. Scherchen recupera las pautas metronómicas indicadas por el compositor para cada movimiento sinfónico y las aplica en sus actuaciones. Los tempi, rápidos sin excepción, son juzgados por el público y la crítica como despropósitos, absurdos cuando no ridículos. Acostumbrados a interpretaciones históricamente informadas de las sinfonías de Beethoven, quizá hoy no nos sorprendan demasiado. Considerado con perspectiva, sin embargo, es fácil imaginar que para un melómano de los años 50 hasta cuatro minutos de diferencia en la Marcia funebre de la«Heroica»pudiera ser motivo de justificado escándalo. (Sirvan de ilustración los minutajes de la Marcia de tres directores estéticamente afines con quienes confrontar al «disidente»: Furtwängler, Filarmónica de Viena, 1952: 17’22”; Klemperer, Philharmonia, 1959: 16’54”; Walter, Sinfónica de Columbia, 1958: 15’34”; Scherchen, Sinfónica de Viena, 1958: 13’25”.) Aquellos oídos estaban acostumbrados a las formas dilatadas con que la tradición romántica, al ignorar las indicaciones de Beethoven, celebraba, según Scherchen, el «anhelo por la gran emoción». La «fantasía impulsora» que Adorno identificaba en la improvisación de Furtwängler perseguía el mismo efecto dilatador. Y los tempi de Furtwängler, aún hoy, suelen invocarse como legado de un pasado glorioso.
El Beethoven de Scherchen será menos trascendental que el de Furtwängler, pero desde luego es más fiel a Beethoven. Nos revela a un director inquieto e interesado por la originalidad décadas antes de que el movimiento historicista determinara qué debía entenderse como tal. Aunque lo más importante, desde luego, es que aporta una concepción del sinfonismo beethoveniano única en su momento y sorprendentemente actual. Enérgico, rotundo, sin concesiones sentimentales; vibrante, en continua tensión, sin reposo. Un Beethoven imprescindible en este año conmemorativo.
Por Alejandro Santini Dupeyrón
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