Reseña | Bach (Re)Inventions

Las Invenciones a dos voces BWV 772-786 fueron compuestas entre los años 1720 y 1723, época en la que Johann Sebastian Bach estaba viviendo en Köthen. De un marcado carácter pedagógico, estaban dirigidas a su hijo Wilhelm Friedemann. Es muy probable que cualquier alumno de instrumentos de tecla haya interpretado varias de estas deliciosas piezas a lo largo de sus estudios elementales o profesionales. En esta ocasión los músicos Moisés Sánchez, Pablo Caminero y Pablo Jones nos hacen una propuesta de los más sugerente, aportando una versión en la que estas quince piezas del genio de Eisenach se transforman en standards de jazz, a partir de los cuales los tres intérpretes dejan volar su imaginación creadora, siempre con un respeto exquisito hacia la música original. En los diferentes arreglos encontramos reminiscencias que nos recuerdan a la música de Bartók, al minimalismo o incluso al flamenco. El propio Sánchez explica en el folleto que acompaña al disco que las Invenciones 5 y 8 evocan aspectos de la música de Bill Evans y Brad Mehdau, respectivamente, o la Invención 10 recuerda al músico francés Pascal Comelade.

Me gustaría resaltar la espléndida compenetración de los tres músicos, al producir un diálogo constante y equilibrado entre el piano, el contrabajo y la percusión. Los diferentes arreglos se ajustan al carácter y al ethos de cada una de las piezas. Cada invención tiene su personalidad propia, es distinta de las demás, ya que Sánchez se ha preocupado por explotar la variedad y la riqueza tímbrica. Mediante la mezcla de efectos sonoros, ritmos, melodías y estilos, escuchamos una música fresca, que no deja indiferente al oyente y que trasciende la propia música de jazz. Sin duda, se trata de un trío con una personalidad propia.

Como curiosidad diremos que la Invención 1 abre y cierra el disco, en dos versiones completamente contrastantes, siendo la segunda mucho más libre y transportándonos a un mundo de ensueño.

En definitiva, nos encontramos ante un disco que nos hará disfrutar a lo grande.

Por Francisco J. Balsera