El saxofonista Pedro Pablo Cámara nos sorprende con un disco dedicado al maestro de Eisenach y uno de sus hijos, Carl Philipp. Lo primero que nos llama la atención es el instrumento, puesto que hoy en día estamos muy acostumbrados a escuchar el repertorio de la música antigua interpretado con instrumentos de época. Derribando prejuicios y estereotipos, teniendo en cuenta el carácter flexible de la música barroca, en cuanto a instrumentación se refiere, y partiendo de la base de que el viejo Bach transcribió y adaptó sus propias obras, la labor de Pedro Pablo es de enorme interés.
Adaptando las tonalidades de algunas piezas y poniendo la técnica al servicio de la música se ha conseguido una interpretación históricamente informada, con un buen entendimiento de la articulación y conduciendo las distintas voces de una manera adecuada, lo cual es de gran complicación en un instrumento de viento cuya morfología no fue concebida para tal propósito.
Cámara defiende el estudio de la música del siglo XVIII, si bien el instrumento fue creado con posterioridad a este siglo. La música del Barroco tardío sienta las bases de la tonalidad para el desarrollo de la música durante el siglo posterior. Siguiendo esta retrospectiva, la primera de las tres obras es la Sonata en La menorWq. 132 de Carl Philipp. Compuesta en estilo galante, el saxofón hace gala de un gran lirismo, manteniendo las líneas melódicas con la sensibilidad que requiere este repertorio.
El segundo bloque se remonta a Johann Sebastian. Se trata de una suerte de danzas y doubles extraídas de las partitas para violín BWV 1004y BWV 1002. Contrastando con la música del hijo, en estas obras podemos apreciar el complejo estilo contrapuntístico, un gran reto para los instrumentos monofónicos, y especialmente para el saxofón.
Para finalizar, Pedro Pablo ha elegido la Partita en La menorBWV 1013, para flauta. En esta ocasión interpreta la obra entera, con sus cuatro danzas. Aunque todo el álbum rebosa de naturalidad, es quizá en esta obra donde encontramos más puntos en común entre el instrumento original y el saxofón.
Se ha conseguido un resultado muy orgánico que para nada hace echar de menos los instrumentos para los que estas obras fueron compuestas. La música es libre, no conoce límites, y este trabajo nos lo demuestra a la perfección.
Por Enrique Pastor Morales
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