Antonio Serrano, armónica
Constanza Lechner, piano
Kamala M-23966-2018
Melómano de Oro
Las piezas musicales reúnen a compositores de España y Argentina, países de ambos intérpretes, transcritos para armónica y piano con tanta belleza como virtuosismo. Virtuosismo rayano en delirio cuando la armónica recrea el bandoneón en Libertango o Fracanapa; rayano en desgarrado lirismo en Oblivion y Adiós Nonino, del genial Piazzolla (persuadido durante un tiempo, de joven, que componía basura con aire de tango hasta que Boulanger le hizo comprender que aquello se llamaba estilo). Belleza no menos virtuosista, pero herida de nostalgia pura, hay en las tres obras de Guastavino: ‘Se equivocó la paloma’ (Suite Argentina), ‘En los surcos del amor’ (4 canciones argentinas) y ‘Encantamiento’ (Seis canciones de cuna).
Nuestros clásicos elegidos (Granados, Falla, Sarasate), muy alejados en tiempo de los argentinos, aportan, virtuosismo aparte, el color y la tragedia. De tinte soñador impregna la armónica con notas sobreagudas, casi susurradas, la sección lenta de la Andaluza (Danza Española núm. 5) de Granados. La’Danza ritual del fuego’ (Amor brujo) semeja un duelo de contenida fiereza entre armónica y piano, anunciado con áspero trémolo; los instrumentos miden fuerzas: equidistancia perfecta desde timbres extremos. Animación y color, mucho, van por cuenta de Sarasate; y de Chopin, que se cuela con el Vals del minuto en un bonus, es el último broche virtuoso.
Por Alejandro Santini Dupeyrón
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