Berliner Philharmoniker
Herbert Blomstedt, Bernard Haitink, Mariss Jansons, Paavo Järvi, Zubin Metha, Seiji Ozawa, Sir Simon Rattle y Christian Thielemann, directores
Berliner Philharmoniker Reccordings BPHR 190281
En efecto, en enero de 1887, apenas cinco años después de la fundación de la orquesta por los músicos disidentes de la Bilse’schen Kapelle, Karl Klindwort, maestro del propio Von Bülow, estrenaba en Berlín la Séptima sinfonía. Bruckner, que no pudo asistir, sí estuvo presente cuando la Filarmónica estrenó su Te Deum en mayo de 1891. Hacia 1915 habían sido interpretadas ya todas las sinfonías del compositor. El responsable de este logro fue Arthur Nikisch, director principal de la Filarmónica desde 1895 hasta su muerte, en 1922. Nikisch, que había dirigido el estreno absoluto de la Séptima en Leipzig en 1884, estrenó en Berlín las sinfonías Segunda, Cuarta, Quinta, Octava y Novena. Del sucesor de Nikisch, Wilhelm Furtwängler (1922-34 y 1952-54), se conservan múltiples registros fonográficos de Bruckner, aunque no de todas las sinfonías. A mediados de los años 30, cuando la Filarmónica de Berlín pasó a denominarse la Orquesta del Reich (das Reichsorchester) y a depender del Ministerio de Ilustración y Propaganda de Joseph Goebbels, Furwängler comenzó a utilizar las partituras de la primera edición crítica de la obra del compositor, iniciada bajo la coordinación de Robert Haas, a instancias de la Sociedad Bruckner Internacional. De entre los registros de aquel período oscuro ninguna interpretación de Furtwängler tan opresiva e inquietante como la Novena dirigida en las postrimerías de la guerra, el 7 de octubre de 1944, en la Sala Beethoven de Berlín (la antigua sede de la orquesta, ‘La vieja Filarmonía’ (Die alte Philharmonie), había sido destruida por los bombardeos aliados en enero del mismo año). Con el sucesor de Furtwängler, Herbert von Karajan (1956-89), la Filarmónica completó la primera integral sinfónica de Bruckner en 1981 para Deutsche Grammophon. Pese al intenso compromiso de la orquesta y los titulares siguientes con la obra bruckneriana, ni Claudio Abbado (1990-2002) ni Sir Simon Rattle (2002-18) repitieron la gesta de una integral, algo que sí haría, en cambio, Daniel Barenboim (director al que la titularidad de la Filarmónica fue siempre esquiva) para el sello Teldec, entre 1991 y 1998.
Los directores de la presente edición hacen en general un trabajo magnífico al frente de la orquesta, recogido en tomas de sonido extraordinarias. La Filarmónica suena rotunda y monumental; flexible, dinámica; contrastada, íntima; sublime bajo cualquier circunstancia. La paleta íntegra de matices que un ‘perfecto bruckneriano’ pudiera esperar en una interpretación notable de la obra del maestro, se hallará en estas grabaciones. Ahora bien, el esfuerzo de todos no es digno de similar elogio. Entre los competentes, sin más, Järvi con la Segunda sinfonía (versión 1877) y el por desgracia fallecido Jansons, con la Sexta (no consta edición); directores brillantes, enérgicos, sin duda, pero poco dados a sorprender. El nonagenario Haitink, único de los convocados con ciclo Bruckner registrado (Philips, 1964-72), da prueba de su elevado magisterio con las sinfonías Cuarta (versión 1878-80) y Quinta (no consta edición). El otro nonagenario ilustre, Blomstedt, dirige con prodigiosa vitalidad una Tercera (versión 1872-73) sencillamente majestuosa. Thielemann, incomparable en este repertorio, entrega una Séptima (versión 1885) memorable. Como memorable es la ‘apocalíptica’ Octava (versión 1890) de Mehta. Seiji Ozawa (revelación para mí; primer Bruckner que le escucho) dirige una pulcra y dinámica Primera (versión Linz). Rattle cierra la década con una Novena soberbia que incluye un Finale ejecutable. Esta versión del Finale (existen, al menos, otras dos propuestas musicológicas) fue la elegida por Rattle para un registro anterior con la Filarmónica (EMI, 2012). El registro actual, de 2018, supera con mucho al anterior.
Por Alejandro Santini Dupeyrón
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