Título: 1492 Conquest of Paradise
Director: Ridley Scott
Música: Vangelis
Oda al dios Evángelos Odysséas Papathanassíou
De Atenas a Esparta, pasando por la ladera del imponente monte Partenio, morada del burlón dios Pan, hasta llegar de nuevo a la ciudadela de la diosa Atenea, protectora de una ciudad henchida leyenda; la alargada y hercúlea figura del músico Evángelos Odysséas Papathanassíou, más conocido como Vangelis, se alza sobre la mítica tierra de Homero con mayestática divinidad. Fértil y promiscua tierra de dioses y héroes, de mitos y leyendas, de caballos y vellocinos. Palabras (poemas) que el músico transforma mecido por los vientos de la improvisación y la inspiración, rapsoda de una época distinta que utiliza el sintetizador en vez de la lira, la cítara, el aulos o la flauta —en clara alusión al dios Pan—, instrumentos que otrora fueron usados por los poetas del Egeo para loar las hazañas de sus héroes, y que ahora, 2500 años después, inspiran las melodías de uno de los músicos más importantes de los últimos 50 años. Original como pocos, la música de Evángelos se arrebola sobre el cielo inmenso de la historia tintineando sobre los renglones de esta obra, canto que da forma a ese ideario poético que aúna en su genuina caligrafía tradición y modernidad. Un músico distinto, original y garante de una vida dedicada al noble arte de la música. Entre su inmensa obra se encuentra alguna colaboración —muy significativas son las que realizó con los cantantes Jon Anderson, Irene Papas o Montserrat Caballé—, obras de teatro (Frankenstein, The Modern Prometheus), unas cuantas bandas sonoras para películas que ya forman parte del imaginario colectivo (Chariots of fire, BladeRunner o 1492 Conquest of Paradise) y un buen puñado de piezas sinfónicas (Mythodea) que dan buena cuenta de su personal estilo. Es muy probable, y esto es una apreciación personal, que la música moderna tal y como la conocemos se haya construido sobre las armaduras musicales de dos compositores —genios en todo caso—, Mike Oldfield y Vangelis, pilares sobre los que gira toda esta particular y sorprendente vía láctea que es la música popular. Su obra ha influenciado a la mayor parte de los creadores que desde la década de los 70 utilizan las innovadoras técnicas de creación y producción que salieron de sus inspiradas extremidades.
Con estos mimbres este dios de la música se enfrentó al reto más complicado de toda su carrera: poner música a la epopeya del conquistador Cristóbal Colón. En el año 1992 el cineasta norteamericano Ridley Scott puso ‘mucha pasta’ para llevar a buen puerto esta superproducción que acabó siendo un fracaso comercial y artístico. En 1492 Conquestof Paradise hay demasiadas ‘patadas a la historia’ y un excesivo metraje, razones de peso que provocaron el descalabro. Ahora bien, de todas las partes de la producción fue la música de Vangelis la que salió mejor parada. Recuerdo que había mucha expectación en torno a la propuesta del músico heleno, y también recuerdo que no defraudó a casi nadie. Se mantuvo firme en sus convicciones (ideario) dejando para el recuerdo uno de esos Main titles que ‘te dejan clavado a la butaca’. Pero la partitura es mucho más que un leitmotiv, está repleta de bellas melodías que acercan la historia del Nuevo Mundo y su conquista hasta nuestros días. Sin orquesta y solo con la magia de sus teclados —’sin riesgo no hay victoria’— el músico fue capaz de recrear esa parte de la historia con una gran dosis de realismo. La mirada de Cristóbal Colón, el Monasterio de la Rábida, las Tres Carabelas, el Nuevo Mundo y la eternidad son lienzos que el compositor coloreó guiado por la mano de los dioses del Olimpo.
Sin perder su original voz, Vangelis juega con los teclados y secuenciadores de última generación proponiendo toda una suerte de ideas que lejos de parecer anacrónicas se muestran tan reales como efectivas. El maestro no necesita la orquesta para parecer sinfónico, algo que está al alcance de muy pocos. Alguna flauta y la olímpica presencia de los coros acaban por redondear una obra casi perfecta. Es más, observada (escuchada) con perspectiva esta obra ha envejecido muy bien, y lo ha hecho porque las buenas melodías son inmortales. Su conquista fue la tan anhelada eternidad.
Por Antonio Pardo Larrosa
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