Supuesto pionero del jazz en la ciudad condal, Pere Astort i Ribas es el protagonista de origen en esta esmerada publicación de corte modernista que huele a denso humo de bar nocturno o despejada pista vespertina de parque burgués dondeel pianista de turno ameniza a la plebe en tarde de coqueteo al son ternario, evocador e intranscendente. Grabado en un Shigeru Kawai SK6 en abril del pasado año en los madrileños estudios Infinity por Pablo Amorós como intérprete, el álbum contiene una docena de pistas, todas ellos con valses del catalán apodado Clifton Worsley, tocados con soltura y arrojo. Momentos agradables que recrear sin más aspiración musical que servir de amenización o ambiente, en una estética que puede entenderse en el marco recreativo del tiempo en que se creó, donde, además de la música popular y de consumo, encontramos a músicos tan excelsos como Ravel que, años después, en su gira por la España del 28, terminó quedándose solo en escena con sus colegas en ciudades como Málaga, huyendo el público despavorido ante preciosidades como la sonata del blues (violín). Sin embargo, el éxito del sr. Astort movió dinero y fama en la Barcelona de principios del XX como pocos lo hicieron. La cuidada elaboración del libreto interno del disco, con eficaces notas de Miguel Ángel Sánchez, contienen ilustraciones del momento, de artistas modernistas tan conocidos y reconocidos como Ramón Casas. En todos y cada uno de los doce valses figura el pianista intérprete como arreglista, por lo que entendemos que el texto está adaptado a su visión de esta música y lo que hace con ella. Las ralentizadas hemolias, chocantes, de The Stakers; las florituras rubateadas de D’étoile en étoile; el turbio tremolar de Glissante, que precede a un canto melódico en octavas afinadas de manera que parecen imitar a una pianola, eso así, algo más metálicas; el casi constante encabalgamiento, anticipando ligeramente la mano izquierda a la derecha en el ataque de ambas… Detalles que, apartando lo que pudiera resultar desacorde al gusto, ilustran una versión personal de un repertorio que agradecemos, como curiosidad, haber sido recuperado.
Por Antonio Soria
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