Por Tomás Marco
Para nuestra desgracia estamos muy acostumbrados a que nuestras orquestas viajen al extranjero (o incluso hagan concierto de pretendida ‘música española’ en España) llevando programas presuntamente españoles que incluyen obras como El bolero de Ravel, la Iberia de Debussy o el Capricho español de Rimski-Kórsakov.
A la pregunta de si el mencionado Capricho español es música española, tendríamos una buena cantidad de aficionados españoles que no vacilaría en responder que sí. Pero la mayoría, por no decir la totalidad de los mismos, no creerían que Scheherezade, del mismo autor, sea música árabe. Tampoco me parece que haya muchos franceses que no crean que la Rapsodia española de Ravel sea música francesa aunque haya españoles ingenuos que piensen que es música española, los mismos que no creen que la canción sinfónica Asie, también de Ravel, sea música asiática.
¿Basta inspirarse en melodías o ritmos españoles para hacer música española? Desde luego que no, y menos basarse en una temática española. Debussy, que apenas estuvo en España más de unas horas y en San Sebastián, no necesitó para hacer La puerta del vino más que una postal que le mandó Falla y pudo hacer una obra maestra en La soirée dans Grenade sin haber visto Granada en su vida. Ambas son gloriosas obras de arte, pero no lo son porque sean más o menos españolas, sino por otras razones. De la misma manera que otras obras de Debussy no son egipcias (Canope) o chinas (Pagodas).
Durante todo el siglo XIX España tuvo la desgracia de ser para los europeos, y más aún para los franceses, una país tan exótico como cualquiera de África o Asia y sus rasgos, musicales o no, servían a la hora de hacer tipismo desde la óptica de los que los hacían. Más clamoroso era que algunos españoles cultivaran el exotismo español.
Las bodas de Fígaro no es música española porque pase en Sevilla. ¿Por qué entonces nos empeñamos en que Carmen sí lo es? Incluso el propio arquetipo del personaje no surge de España, es una visión exótica de Merimé subrayada sonoramente por Bizet.
Todas esas músicas son, como mucho, músicas francesas o de donde sea el autor, que usan a veces motivos —no siempre tan auténticos ni fieles— españoles, pero no música española de la misma forma que no creo que los ayatolás se identifiquen sonoramente con En un mercado persa de Ketelbey.
Que algunos rusos hicieron música rusa y los checos música checa usando elementos de sus folclores, nadie lo duda. Pero cuando usaban otros folclores lejanos también hacían música rusa o checa. Los españoles usando su propio folclore hicieron música española, pero también sin usarlo. Cuando Sarasate compone sus Danzas españolas, hace música española, pero no es menos español haciendo los Aires gitanos o las mismas polonesas.
El equívoco es pensar que una música es de un país sólo si usa su folclore. Por descontado que las etapas nacionalistas de todas las músicas representan a ese país pero no sólo ellas. Albéniz, Falla, Turina y muchos otros utilizaron un punto de partida folclórico para hacer auténtica música española, pero ese no es el modo exclusivo por el que una música es o no es española. En ese punto habría que determinar que ni Tomás Luis de Victoria, ni Alfonso X el Sabio, ni el Padre Soler ni Arriaga, entre otros muchos, hacen música española. La mayor parte de la producción de los vihuelistas, organistas y polifonistas españoles habría que declararla no española. Sería un grave error que no se comete en otras partes. Nadie piensa que Couperin o Rameau no son franceses sólo porque no usen folclore.
No creo que se puedan dar razones válidas para descalificar a las escuelas nacionalistas. España posee una y en ella se produce mucha de la mejor música que se ha compuesto en este país. Pero, al mismo tiempo, posee una gran música que no tiene nada que ver con el folclore y que es tan española como la que más. Si así no fuera habría que acabar también pensando que el único teatro español posible es el de los hermanos Álvarez Quintero.
Creo que muchas películas de Hollywood de pretendido ambiente español nos han vacunado contra la creencia de que todo lo que se basa en temas españoles sea español, y no me refiero sólo a las músicas de esos filmes, que también. No basta que un autor noruego, chino o de donde sea use una muiñeira o un fandango para que inmediatamente concluyamos en que eso es música española. Habría que tener un poco más de cuidado. Y también un poco más de respeto a los cientos de compositores españoles que a lo largo de los siglos hicieron una gran música entroncada en las técnicas y estéticas de cada uno de sus momentos pero hechas desde la idiosincrasia de su país y aportando un talento que no era sólo de aliento local y tipismo. Y que además lo siguen haciendo en la actualidad.
Música española es la que hacen los compositores españoles. Y esto es válido en cualquier época y en cualquier circunstancia, reinen o no las tendencias nacionalistas u otras. Parece algo de cajón pero, dado todo lo que llevamos exponiendo va incluso a resultar novedoso. Lo que no hay que confundir es música española con música española de raíz folclórica. ¿O es que El retablo de maese Pedro es folclórico?
Sin entrar en tendencias folclorizantes, las artes de cada país adquieren una tonalidad del lugar sin apartarse de la corriente europea general pero manteniendo su personalidad. En la pintura se habla claramente de escuela italiana (incluso veneciana o florentina), francesa o española. ¿Por qué no podría ocurrir igual con la música? De hecho nadie niega que, por ejemplo en la música italiana no haya un sutil hilo conductor que lleva de Marenzio a Monteverdi, Corelli, Vivaldi, Rossini o Verdi hasta Petrassi. Tiempos distintos, técnicas distintas pero todo con un trasfondo italiano. Incluso cuando se pensó que una corriente tan internacionalista y centroeuropea, como el dodecafonismo, iba a hacer indistinguibles las personalidades ya no sólo nacionales sino individuales, un Dallapiccola demuestra cómo eso se puede italianizar, lo mismo que hace, aunque aquí como siempre se conozca poco, un Gerhard españolizándolo.
Sí, existe una música española más allá del folclore y esa música la han hecho compositores españoles, no franceses ni de ninguna otra parte. De Cabezón a Victoria, de Correa de Arauxo y Diego Ortiz a Morales, Durón y tantos otros hasta la Generación del 27, Cristóbal Halffter u otros mas jóvenes, se ha ido haciendo una música que es española y universal y que está hecha por españoles.
Si alguna vez nos convencemos de eso, de lo que, por cierto, estamos convencidos para otros países, tendremos el perfil de la música española. Y nuestras orquestas no tendrán que salir al mundo a hacer El bolero de Ravel. No es que no puedan hacerlo como cualquier otra obra del repertorio, sino simplemente que no tendrán que venderlo como la música española que de ninguna manera es. Como ocurre con la publicidad de cierta región española, nuestra música está empezando a necesitar menos el franquista ‘España es diferente’ y más que se le ponga el sello de ‘No typical‘.